Guayaquil suena distinto: cinco bandas que mantienen viva la escena musical guayaca
En estas Fiestas Julianas, Ecuavisa.com presenta un listado de agrupaciones musicales que transforman la ciudad con identidad, memoria y ritmo propio.
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Estas agrupaciones forman parte de la escena musical guayaquileña. ( )
La escena cultural guayaquileña es vibrante, cambiante y, sobre todo, única. Así como su cielo mezcla nubes y sol en el mismo día, la música que nace en sus barrios, malecones y garajes es un crisol sonoro que evoluciona sin pedir permiso.
Y aunque figuras como Julio Jaramillo o Nicasio Safadi forman parte del ADN musical de la ciudad, una nueva generación de artistas y bandas sigue construyendo ese legado con irreverencia, talento y, sobre todo, corazón.
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En honor a los 490 años de la fundación de Guayaquil, celebramos a la Urbe Porteña con cinco agrupaciones que están dando forma al presente y futuro musical de la Perla del Pacífico, cada una con una propuesta distinta, pero con una raíz en común: la necesidad urgente de decir, sonar y pertenecer.
El General Villamil: rock guayaco con alma de prócer
General Villamil no es solo el nombre de una banda, sino también de un prócer al que sus integrantes han decidido revivir con guitarras eléctricas, letras nostálgicas y estética retro.
El grupo, liderado por David Rojas e integrado por Tomás Cansing, Rafael Huerta, Roberto Zevallos, Jorge Franco y Pablo Gómez, encontró en la figura de José de Villamil —conquistador de las Galápagos, navegante y figura histórica del puerto— una especie de símbolo sonoro.
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“Es bacán mezclar historia nacional con música nacional”, dice Rojas, quien ha convertido al general en un ícono visual que aparece en portadas, merch y hasta en el espíritu mismo de sus canciones:
“Nos gustaba la idea de que un prócer pueda ser también una especie de logo [...] que ya no sea el típico héroe intocable de los libros de historia, sino una figura que también suena, baila y existe."
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Miembros de El General Villamil en Salinas. ( ) -
El General Villamil cumplió 11 años desde su formación. ( )
Desde su formación en 2014, la banda ha funcionado como un colectivo de músicos que varía en número y formación. Su estilo —rock psicodélico con tintes latinos y contemporáneos— busca evocar el Guayaquil de los años sesenta, cuando los discos de los Beatles y los Stones llegaban primero al puerto. “Guayaquil es calor, nostalgia y fiesta; por aquí entraba todo”, resume Rojas.
Uno de sus discos más representativos es Miércoles Picante, cuya portada muestra una botica guayaquileña transformada en bar. Su tema inicial, Veinte penas, condensa la identidad guayaca: psicodelia, percusión, melancolía y ritmo:
“Guayaquil ha perdido mucha memoria por los incendios, pero sigue teniendo esa energía camelladora, costeña, de no parar nunca”
Aunque hoy vive en Salinas, David continúa componiendo desde el recuerdo de un Guayaquil multigénero, donde el día puede sonar a pasillo, balada o rock furioso según la hora. “Guayaquil es multifacético”, afirma.
Influenciados por proyectos costeños como Niñosaurios, Morfeo o Bejin de Cabuto, General Villamil ha sido parte activa de una escena que, según Rojas, necesita renovarse:
“Falta una nueva ola. Hay que sacar la música del estudio y dejar un legado”.
La Banda Brava: Guayaquil como inspiración, ironía y ritmo tropical
Con una propuesta cargada de historias cotidianas, emociones sinceras y ritmos tropicales, La Banda Brava se ha convertido en uno de los grupos emergentes más representativos del sonido guayaquileño.
Aunque su nombre podría sugerir otra cosa, lo que proponen sobre el escenario está lejos de la agresividad. “Aquí te espera la banda, no tiene nada de brava”, dice Joel Vélez, integrante de la banda.
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“Guayaquil es la protagonista de nuestra música”, afirman. Cada canción, más allá del género, busca que el oyente se identifique con una experiencia propia de la ciudad: amores de barrio, nostalgia por la tierra, calor, helados, encebollado, fiesta:
“Queremos ser la voz de Guayaquil. Que incluso alguien que no conoce la ciudad sienta cómo se vive aquí”.
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Integrantes de La Banda Brava en el Barrio Orellana. ( ) -
La Banda Brava en el Parque Seminario. ( )
Esta banda, integrada por Joel Vélez, Armando Gutiérrez, Joao Vera, Javier Vera, Pablo Sánchez y Juan José Sáenz de Viteri, funciona como una suma de talentos distintos que se complementan tanto en lo musical como en lo personal.
En palabras de Joel y Armando, uno escribe las letras y traduce conceptos en canciones casi instantáneamente; otro tiene un oído privilegiado; hay quien aporta estructura emocional; otro es una fuente inagotable de ideas; uno más se encarga del color melódico y armónico.
“Chocamos mucho, pero si no existiera esa crítica entre nosotros, no existiría la banda”, reconocen.
El origen del grupo se remonta a Las Peñas, donde comenzaron tocando jazz en Diva Nicotina mientras estudiaban en la Universidad Católica. Luego vino la pandemia, la separación y, después, el reencuentro.
Uno de ellos viajó a Nueva York, pero fue allá donde comprendió que el proyecto no podía morir. Regresó y relanzaron la banda, publicando su primera canción en 2022. Desde entonces, aseguran tener material para al menos una década.
Musicalmente, La Banda Brava se define como una banda de pop tropical, aunque su versatilidad los lleva a explorar otros géneros como el bolero, reggae, jazz y la balada:
“Todos tenemos gustos diferentes, pero lo latino nos une”, explican.
Si tuvieran que escoger una canción que represente el sonido de Guayaquil, se inclinan por Muchacha cha y Te recuerdo. Esta última menciona íconos populares como el encebollado y el carrito de helados; la primera habla del “pancito remojado”. “No hay nada más guayaco que eso”.
Sobre la escena musical actual, la perciben en evolución. “Ya estamos haciendo música para exportar, sin que suene a otro país”, aseguran. Y aunque aún están empezando, su música ya se escucha en México y Perú.
Juan Humo: entre el indie, el calor y los Ceibos
Para Juan José Peralta, vocalista de Juan Humo, Guayaquil es “una gran ciudad en la que vive... lamentablemente hoy en día es un poco peligrosa” comenta, pero también la asocia con su cultura, su gastronomía y las historias que ha vivido en sus barrios.
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De ese entorno nació Juan Humo, un proyecto musical que mezcla vivencias íntimas con sonidos indie, pop, rock y dance.
El nombre surgió casi por accidente: una vez, mientras fumaba, un amigo lo interrumpió con un “ya cállate, Juan Humo”. Años más tarde, buscando un alias artístico, la frase volvió: “hasta me gusta más que Juan”, recuerda.
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Integrantes de Juan Humo. ( ) -
Juan José Peralta, vocalista de Juan Humo. ( )
Hijo de un exguitarrista de la banda Clip, Peralta aprendió guitarra con su padre, pero fue un primo quien le abrió las puertas del indie con bandas como Arctic Monkeys y The Strokes.
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Desde entonces ha desarrollado un estilo personal que, aunque parte de lo indie, no se limita: “es indie, pero tiene muchos elementos de rock... las canciones también son poperas... y estoy adoptando un trip más disco o dance”. Aunque muchas veces se le percibe como solista, Juan Humo es un proyecto colectivo:
“No me imagino tocando solo con una guitarra acústica. Siempre tiene que haber batería, bajo, guitarra, y me gusta hacerlo con mis amigos”, asegura.
Lo lidera Juan José Peralta en voz y guitarra principal, junto a:
Un espacio clave en su música ha sido el barrio Los Ceibos, donde creció y se formó la banda. Allí, tanto Peralta como sus compañeros, vivieron anécdotas que luego se transformaron en canciones. “Hasta me enamoré de una vecina y le dediqué una canción que se llama Un amor de Ceibos”, dice.
Y si tuviera que elegir una canción de su repertorio, que encarne el espíritu guayaco, eligen sin dudar Fiesta en la piscina:
“Se trata de tomarse unas chelas con los panas en un día caluroso. El guayaco siempre está caminando por la calle a las dos de la tarde con un sol horrible, y se pega una biela”
Aunque la escena musical se vio afectada por apagones y lluvias torrenciales en el último año, Juan percibe un renacer. Entre los referentes ecuatorianos de la banda, menciona a La Máquina Camaleón, y si tuviera que responder a qué suena Guayaquil, lo tiene claro: “Suena a algo tropical. Héctor Napolitano es lo primero que se me viene a la mente”.
Sepia Jazz Band: swing con alma guayaca
Sepia Jazz Band nació como una banda pandémica, pero no tardó en encontrar su lugar en el paisaje musical de Guayaquil.
Conformada por cuatro músicos guayaquileños —guitarra rítmica, guitarra solista, contrabajo y voz—, la agrupación combina el gypsy jazz europeo con la picardía costeña y una estética nostálgica, como si se tratara de una película antigua filmada en Las Peñas.
“El sonido de nuestro grupo es el sonido de la ciudad”, afirman.
Su nombre evoca las fotografías en tonos sepia, esas que “cuentan historias del pasado sin decir una sola palabra”. Y esa es precisamente su propuesta: swing con alma, reinterpretaciones con corazón, boleritos callejeros y jazz manouche con un filtro tropical.
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Sepia Jazz Band se ha apropiado del espacio público con una propuesta que rememora el Guayaquil nostálgico. ( ) -
Integrantes de Sepia Jazz Band. ( )
Aunque cada integrante vive en un punto distinto de la ciudad y su área metropolitana —desde Samborondón hasta Daule, pasando por Las Peñas y Urdesa—, su primer concierto en el Callejón Magallanes, en una cafetería llamada La Suculenta, fue el verdadero punto de partida. Esta agrupación, está integrada por:
Para quienes nunca los han escuchado, Sepia es una mezcla de elegancia e informalidad, “nuestra música te hace emocionar, te hace reír, te hace bailar”, dicen.
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Y si hay un tema que representa ese sonido guayaco, es su versión swing en español de La vida en rosa, que grabaron al pie de la Numa Pompilio Llona. “Es como si Edith Piaf hubiera crecido en Las Peñas”, bromean.
Entre sus influencias se encuentran los grandes del pasado, como Julio Jaramillo y Máxima Mejía —abuela de Carlos Hernández, quien cantó con el mismo J.J.—, así como nombres contemporáneos como Camila Pérez, Diego Gallardo (Aire de Golfo) y Rumichaca. Su visión de la escena actual porteña es optimista:
“Guayaquil está plagado de propuestas frescas. El público está más abierto que nunca”.
¿A qué suena Guayaquil para Sepia? A una guitarra callejera al atardecer, a la brisa marinera de julio a octubre, a risas espontáneas, a personas que dicen lo que piensan sin filtros... “Y lo que estamos tratando de hacer nosotros es musicalizar todo eso”, concluyen.
Balas de Camelia: pop rock hecho en casa, con alma guayaca
Para Balas de Camelia, Guayaquil es más que un lugar: es la casa donde su música nace y se transforma, parte esencial de su sonido y energía.
El nombre del grupo mezcla el apellido de su vocalista Sebastián Zavala con una antigua banda en la que tocaban el bajista Ciro Córdova y el exbaterista Rafael, llamada Camelia.
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Balas de Camelia está fuertemente vinculada al sector de Urdenor. ( ) -
Portada de Afortunado, el primer sencillo de Balas de Camelia. ( )
Su primer ensayo fue en Urdenor, en la casa de un amigo y exprofesor, pero rápidamente se abrieron paso en festivales locales impulsados por una escena musical joven y renovada.
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Hoy la banda está conformada por:
Su más reciente álbum se mueve entre el pop rock y las emociones cotidianas, y si hay una canción que, según ellos, ha conectado más con el público guayaquileño, es Pupilas.
Aunque Balas de Camelia nació como banda, con el tiempo cada integrante decidió explorar su camino como solista. Aun así, la conexión con Guayaquil sigue siendo central.
“Todos empezamos a componer, así que queríamos tener la libertad de poder explorar el sonido de cada uno”, explican.
Entre sus influencias locales mencionan a Tranzas, Cadáver Exquisito, Jombriel y, por supuesto, Rocola Bacalao. “Guayaquil suena a Guayaquil City”, dicen sin dudar, en referencia a la icónica canción de esta última agrupación, un sonido urbano, directo y lleno de identidad, justo como el que ellos buscan construir.
Todas estas bandas se presentan con propuestas sólidas y una identidad sonora que nace del Guayaquil cotidiano: sus barrios, su calor, sus historias.
Desde Las Peñas hasta Los Ceibos, pasando por playas, malecones y boticas convertidas en bares, su música retrata una ciudad en constante reinvención.
Y aunque cada una tiene su estilo, hay un consenso emocional: Guayaquil suena a fiesta interminable, a bolero nostálgico, a encebollado y pancito remojado, a calles calientes y cerveza fría entre panas. Suena a una ciudad que, aun en sus momentos más duros, no deja de cantar.
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