05 dic 2025 , 17:02

Ecuador y un grupo que invita a creer

Con un grupo equilibrado y un formato que amplía las opciones de clasificación, La Tri se ilusiona con avanzar en su quinto Mundial.

   

El sorteo del Mundial 2026 dejó una sensación poco habitual en el ambiente ecuatoriano: optimismo con sustento. La Tri no solo evitó a varios de los gigantes más temidos del planeta, sino que cayó en un grupo que, por contexto competitivo y por formato, abre una puerta real para soñar con avanzar otra vez a instancias decisivas.

Esta vez no basta con terminar primero o segundo. Con 48 selecciones por primera vez en la historia, la FIFA introdujo un formato inédito que incluye dieciseisavos de final como antesala de los octavos.

En este nuevo escenario, también avanzan los ocho mejores terceros de los doce grupos. Y ahí, precisamente, está una de las grandes fortalezas del Ecuador actual: su capacidad para competir, resistir y sumar en partidos cerrados.

Alemania, Costa de Marfil y Curazao aparecen en el horizonte. Un grupo equilibrado, con un gigante europeo, un rival africano con físico de alto nivel y una selección emergente del Caribe. Accesible, sí. Regalable, no.

Este será el quinto Mundial en la historia de Ecuador, y ya no es aquella selección debutante del 2002 ni la revelación inesperada de 2006. Hoy, La Tri es respetada.

Sus rivales reconocen su recorrido, su crecimiento y la consolidación de una generación que compite semana a semana en las mejores ligas del mundo. Nombres como Moisés Caicedo, William Pacho o Piero Hincapié no solo elevan el techo futbolístico del equipo, sino también su carácter competitivo.

La gran duda sigue estando en el ataque. Ecuador no genera, presiona poco, domina tramos cortos, aún le cuesta hacer goles. Sin embargo, también es cierto que es una selección incómoda, física, ordenada y difícil de doblegar, un perfil ideal para torneos cortos donde los detalles deciden.

El cruce con Alemania, inevitablemente, remite a la memoria. En 2006, la Tri llegó al grupo A del Mundial disputado en suelo germano, en una zona que parecía diseñada para el anfitrión.

Pero aquel equipo de Luis Fernando Suárez ya había hecho historia antes de enfrentar a Ballack, Klose y Podolski: venció a Polonia (0-2) y a Costa Rica (3-0) y selló su pase a octavos de final incluso antes de medirse con el local.

Ese 30 de junio en Berlín, los alemanes impusieron su jerarquía con un contundente 3-0. Ecuador luego caería ante Inglaterra en segunda ronda, mientras los teutones terminarían terceros del mundo.

Veinte años después, el destino vuelve a cruzarlos, ahora con Sebastián Beccacece en el banco tricolor y Julian Nagelsmann al frente de Alemania, dentro del grupo E.

En el camino también aparece Costa de Marfil, campeón africano vigente y un rival de enorme potencia física. Bajo la dirección de Emerse Faé, los marfileños dominaron su grupo en la CAF con 26 puntos, sostenidos por figuras como Franck Kessié, Sébastien Haller y Nicolas Pépé. Un adversario de respeto, directo, que exigirá máxima concentración.

Y finalmente está Curazao, una de las grandes novedades del torneo. Con fuerte ADN neerlandés y la conducción del veterano Dick Advocaat, fue líder de su grupo en la Concacaf por encima de selecciones con mayor tradición. No es un invitado de piedra: es un equipo disciplinado, ordenado y con futbolistas que compiten en Europa.

El contexto también refuerza el momento de Ecuador. La Tri terminó segunda en las eliminatorias sudamericanas con 29 puntos, pese a comenzar el proceso con una sanción de -3 por el caso Byron Castillo. Es decir, su rendimiento fue incluso superior a lo que refleja la tabla final.

Hoy, Ecuador llega al Mundial con una identidad clara, con una base sólida en defensa, un mediocampo de élite mundial y una madurez competitiva que antes no tenía. El formato le sonríe, el grupo no asusta y la historia reciente respalda.

No se trata de vender humo ni de prometer gestas anticipadas. Pero sí de aceptar una verdad que el sorteo dejó en evidencia: Ecuador tiene una oportunidad real de volver a escribir una página importante en su historia mundialista.

Y esta vez, creer no es un acto de fe. Es un acto de lógica.

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