08 oct 2023 , 10:00

La migrante ecuatoriana que cumplió el sueño americano con dolor y amenazas

La historia de María Benítez, la migrante ecuatoriana de 48 años que se cayó del muro mientras cruzaba la frontera entre México y EE.UU. y se fracturó las piernas. Ahora subsiste vendiendo dulces en las calles de Nueva York.

Le duelen los pies y tobillos. Camina con dificultad y la ayuda de un par de muletas, pero siempre busca alternativas para trabajar en Nueva York junto a otros migrantes ecuatorianos.

Se llama María Benítez y vive en esa ciudad desde hace tres meses. El 3 marzo de este año, la quiteña de 48 años se cayó del muro fronterizo, de aproximadamente nueve metros, en Ciudad Juárez, México. Se fracturó las piernas y un brazo.

"Al llegar a la frontera entre EE.UU. y México, contratamos a un guía que primero trató de ayudarnos a cruzar la frontera por una malla que estaba rota. El problema era que allí vigilaban bastantes agentes migratorios y era imposible pasar", contó a Ecuavisa.com.

El 'pollero' los llevó, por otro lado, y tenían que cruzar el muro. Les dijo que es fácil bajar porque solo hay que abrazar un tubo y dejarse caer. Incluso les mostró, en su teléfono celular, unos videos en los que aparecían unas personas que siguieron esas instrucciones. María se asustó pero su esposo, Jorge, le insistió que debía hacerlo porque no tenían otra opción. El tiempo corría rápidamente.

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Llegó a la parte más alta de la muralla. Cuando comenzó a descender, su chompa se enredó en los tubos y "nos caímos con una señora ecuatoriana que me aplastó. Me fracturé las piernas y un brazo. Me dolía mucho la espalda, era insoportable".

Jorge la arrastró rápidamente y trataron de esconderse en unos matorrales, pero en ese momento llegó la Patrulla Fronteriza. La trasladaron a un hospital en El Paso (Texas), pero su marido fue deportado 10 días después. La mujer permaneció dos meses interna en el centro asistencial y le operaron cinco veces. Dos por cada pierna y una en el brazo derecho. Primero le colocaron clavos en los huesos y finalmente unas placas.

Ella no tenía dinero y su familia organizó una peña solidaria en la que recaudaron USD 1 500, en Quito. Antes del viaje, tenía previsto ir a Nueva York y reunirse con un compatriota que le iba a ayudar a conseguir un empleo. Por eso, tras salir del centro asistencial en donde la intervinieron quirúrgicamente, viajó en avión hasta esa ciudad. Personal del hospital la dejó en el aeropuerto y se fue sola.

Si bien llegó sin problemas a la Gran Manzana, María comenzó otra batalla por recuperarse y empezar a trabajar lo más pronto posible. En Quito dejó deudas económicas pendientes de pagar.

Una compatriota ecuatoriana la acogió en su casa de NY tras viajar desde Texas, pero allí permaneció solo dos días. María no podía caminar, pues todavía se movilizaba en silla de ruedas. Incluso tenían que cargarla para ir al baño, por lo que le dijo que no podía quedarse.

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¿Sabías que?
El 'pollero' o guía es quien lleva a los migrantes, llamados popularmente 'pollos', avanzando en fila para internarse clandestinamente por los senderos que los conducen a Estados Unidos.

"Antes del accidente en el muro, en el traslado hacia EE.UU., a ella le ayudamos a caminar con mi esposo. Incluso les cargamos a sus hijos. Me dijo que me iba a ayudar así como nosotros lo hicimos con ella, pero luego la señora y su marido no querían que siga con ellos por mi condición de salud. Se portaron mal", relató.

Avergonzada, María pidió que la dejaran en una parada de buses y ella vería la forma de salir adelante. En esos momentos, recordaba a su familia y lloraba. Un grupo de ecuatorianos migrantes pasaba por allí y ofrecieron ayudarla. Llamaron a la Policía y la llevaron a un albergue en donde permaneció varios días.

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Pidió que la deportaran, pero las autoridades le dijeron que no es fácil hacerlo y la única opción era quedarse en un sitio de acogida hasta resolver su caso. La audiencia preliminar de migración se dio el pasado 2 de octubre y está a la espera de la siguiente en febrero del próximo año.

En la actualidad, ella vende dulces en la calle y le cuesta conseguir trabajo. Ya dejó la silla de ruedas, ahora se moviliza con las muletas. "Hace un tiempo, laboré en una fábrica de hilos y mi función era guardarlos en unas bolsas, pero tuve problemas. No podía permanecer mucho tiempo sentada y por ponerme de pie se me abrieron los puntos del pie que me operaron".

Asegura que la vida para los migrantes es difícil y que el sueño americano no es cómo la gente se imagina. No hay trabajo y las condiciones de vida son precarias. Los salarios han bajado por la gran cantidad de mano de obra, principalmente de personas que han migrado desde Venezuela, Ecuador, Colombia, México y países de América Central.

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La ecuatoriana María Benítez se moviliza con la ayuda de unas muletas.
La ecuatoriana María Benítez se moviliza con la ayuda de unas muletas. ( )

En eso coincide el quiteño Jorge Torres, dirigente de la Red Nacional de Jornaleras y Jornaleros (NDLON por sus siglas en inglés) en Nueva Jersey, una ciudad ubicada a 20 minutos de Nueva York. Asegura que la situación es muy complicada por la inflación y existe una alta demanda de empleo. "El año pasado, hubo más de 52 000 personas que están bajo el cuidado de NY. Los albergues están colapsados y las ayudas de los centros de migrantes no alcanzan".

Las autoridades priorizan ayudar a las familias con niños. También existe una alta explotación con bajos salarios en las áreas de construcción, limpieza de casas, restaurantes, cocinas, jardinería, etc. No les cancelan lo que corresponde o simplemente no les pagan, por lo que los extranjeros viven de lo que consiguen al día.

El dirigente recuerda que en Nueva York pasa algo similar como lo que ocurre con cientos de obreros ecuatorianos que buscan trabajo en sectores como El Caballito de Chillogallo, la avenida Granados o la Plaza Victoria del Centro Histórico de Quito. La diferencia es que ahora los desempleados se concentran en Queens o Harlem.

Otro punto es Williamsburg, en Brooklyn, en donde mujeres ecuatorianas se paran en las esquinas para buscar trabajo limpiando casas de judíos. También hay migrantes de Colombia, Nicaragua y Venezuela. Torres asegura que la situación es tan complicada que, por ejemplo, antes se pagaba USD 150 y 200 al día por laborar construcción. Ahora es 100 y 80 por 12 u 8 horas diarias. La gente recibía 250 o 200 dólares por limpiar casas; ahora es por menos.

"La migración ya no es como antes, que la gente venía de los sectores rurales o pueblos. Ahora vemos médicos, funcionarios que trabajaron en bancos o instituciones públicas de Ecuador. Aceptan trabajar por lo mínimo".

Jorge Torres, dirigente de NDLON

¿Sabías que?
NDLON es una organización que busca mejorar la vida de los jornaleros, los inmigrantes y los trabajadores con salarios bajos. Fomenta el liderazgo y el poder entre quienes se enfrentan a la injusticia para que puedan desafiar la desigualdad y ampliar los derechos laborales, civiles y políticos.

Ante esa situación -acotó el dirigente- una de las formas de subsistir para los migrantes es el comercio informal en las esquinas o parques como le sucede a María Benítez, quien vende caramelos y chocolates desde las 09:00 hasta las 17:00.

Ella asegura que ahora tiene una ventaja. En su segundo intento, su esposo Jorge sí logró llegar a EE.UU. hace dos meses y se reencontraron. Al principio, él no tenía para comer y ella le compartía el plato de alimentos que le daban en el albergue. Mientras ella se quedaba en ese sitio para descansar, él tuvo que pernoctar en la calle.

El hombre fue parte de los cientos de migrantes que durmieron en las aceras, cubiertos por bolsas plásticas, pedazos de papel o cobijas viejas en las calles de Nueva York. Algunos se acostaban sobre cartones o la fría calzada.

Ahora, los jefes de Jorge le dieron un sitio para dormir. "La comida aquí es carísima. Por ejemplo, un seco de pollo en Ecuador vale USD 3, pero aquí nos cuesta 18. Para mi esposo ha sido muy complicado conseguir empleo", relata María.

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Ambos se apoyan. Pese a las dificultades, Jorge consiguió un trabajo en la construcción y limpieza de edificios. También reciclan botellas y latas de bebidas gaseosas. Hay días en los que ella gana USD 100 expendiendo golosinas, pero en otras jornadas logra reunir apenas 40. Ahorran lo que más pueden y mensualmente envían 1 500 dólares para cubrir la deuda con el usurero en Quito. Aspiran pagar todo lo que deben hasta finales de este año y ahorrar.

Otro problema es que su marido no tiene documentos y eso le impide conseguir un mejor sitio para laborar. "La gente comenta que la situación va a empeorar porque está viniendo muchísima gente desde otros países".

Para William Murillo, director de la organización 1 800 Migrante, la falta de papeles es la principal traba que deben afrontar los extranjeros que llegan a EE.UU. con la intención de trabajar. "El problema de los ecuatorianos, con relación al empleo, es la carencia de documentos, de regularización. Los que solicitan asilo en NY atraviesan por una situación complicada porque la Municipalidad no tiene competencias para dar permisos de trabajo".

De eso se encarga el Gobierno Federal y los solicitantes de asilo deben esperar seis meses para que les otorguen una autorización. Por eso, algunas personas laboran ilegalmente, pero no pueden acceder a beneficios y son explotados. En otros casos, algunos migrantes acceden a documentación falsa o de otras personas, pero corren el riesgo de que los descubran y contraer problemas legales.

"Me duelen las piernas y tobillos. Hay días que me cuesta caminar, pero igual salgo a vender mis cosas y trabajar"

María Benítez

Al momento, María y Jorge realizan esos trámites. Si bien al principio ella pedía que la deportaran porque no podía caminar, ahora quiere quedarse y luchar por su familia. Con las muletas ya puede movilizarse, aunque hay días en que los dolores son insoportables en las piernas. Pide a las autoridades del Consulado en Ecuador que ayuden a sus compatriotas.

José Sandoval dirige esas oficinas en Nueva York. Dijo que se busca identificar las áreas en las que la mano de obra ecuatoriana es valorada y los ingresos mejoran en temas de construcción. "Para ello se debe tener una licencia o que hayan cumplido un requisito mínimo para ese tipo actividad". Por eso, en el Consulado se dictan talleres gratuitos que normalmente cuestan entre USD 400 o 500. "Nos asociamos con varias ONG para ayudar a nuestra gente y pueda acceder a un empleo".

También se han unido con asociaciones de migrantes ecuatorianos para que colaboren con su contigente y logística.

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La travesía por el Darién y encuentro con las mafias en México

María Benítez tenía dos restaurantes, en el norte de Quito, antes de viajar a Estados Unidos. La crisis económica y la pandemia provocaron que las ventas bajen considerablemente. Cientos de personas también montaron negocios de comidas y había demasiada competencia, por lo que mermó el negocio.

Otro problema fue que la mujer fue víctima de amenazas y tuvo que cerrar sus locales. Recurrió a un prestamista informal o chulquero 'gota a gota', quien le entregó USD 1 000, pero debía cancelar 200 dólares semanales por intereses.

La deuda la asfixiaba. Luego acudió a otro usurero que le dio USD 500, pero le cobraba cuotas de 120 cada ocho días. Las obligaciones iban incrementándose de forma peligrosa y tuvo que esconderse. "Saqué otro crédito para pagar a lo chulqueros que se me venían encima. Ellos no entienden razones porque tuve un accidente a finales de 2022. Mi situación económica era realmente crítica".

Por eso, María y Jorge decidieron irse a Estados Unidos y salieron de Ecuador a inicios de este año. La travesía fue normal por Colombia hasta que llegaron a Necoclí, un puerto desde donde partieron en lancha hacia el Tapón del Darién. Había cientos de colombianos, haitianos, venezolanos y otros ecuatorianos que se embarcaban en barcos pequeños. Hombres, mujeres, familias enteras y niños seguían su paso rumbo a EE.UU.

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¿Sabías que?
Más de 280.000 ecuatorianos salieron por fronteras terrestres entre enero y marzo de 2023, según datos del Ministerio del Interior.

"Era terrible, eso me marcó para toda la vida. Es el sitio más horroroso por el que he pasado. Los cuerpos aparecían botados como si fueran cualquier cosa entre la maleza", narra la mujer. En la caminata vieron 11 muertos, entre niños y adultos, flotando en el río. Solo podían refrescarse con el agua que llevaban en botellas o la que bajaba de las vertientes. Si consumían la de los afluentes, podían entoxicarse y quedarse en el camino.

En el camino se encontraron con otros ecuatorianos, con quienes se unieron para avanzar por toda Centroamérica y juntos arribar a México. En la capital del país azteca, la pareja tuvo varios inconvenientes, pues fueron atrapados por Migración y permanecieron en calabozos durante cinco días.

También se subieron al famoso 'Tren de la Muerte' que transporta combustibles, materiales y toda clase de insumos por las vías férreas mexicanas y es utilizado por los migrantes para acercarse a la frontera. En la travesía iban con de viajeros de diferentes nacionalidades y una noche casi contraen hipotermia por las bajas temperaturas.

En la ciudad de Irapuato, tomaron un bus para dirigirse al estado de Durango pero fueron detenidos por Migración por no tener documentos. Pensaron que otra vez los iban a llevar nuevamente a los calabozos, pero les entregaron a emisarios del Cartel de Sinaloa, quienes con amenazas les exigieron USD 10 mil para liberarlos.

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Imagen del tren que María y Jorge tomaron, junto a otros migrantes, para avanzar a la frontera con Estados Unidos.
Imagen del tren que María y Jorge tomaron, junto a otros migrantes, para avanzar a la frontera con Estados Unidos. ( )

Permanecieron encerrados con otros migrantes secuestrados en un galpón en donde guardaban carros robados. Dormían en medio motores desarmados, piezas rotas, carrocerías oxidadas y neumáticos viejos. Los delincuentes casi no les daban de comer. Apenas un pan o sánduches con pedazos de mortadela, queso o huevo, al día.

Se preparaban café en una pequeña olla con el resto de rehenes. María y Jorge se comunicaron con sus parientes, quienes consiguieron el dinero. "La gente del cartel nos preguntaba si viajábamos con la ayuda de un coyotero. Si teníamos uno, era más fácil que nos liberaran y negociar nuestra salida, pero luego de contactarse con quienes nos retuvieron".

Hombres encapuchados los amenazaban todo el tiempo con palabras soeces. Los migrantes incluso fueron torturados al interior de un tanquero. Se escuchaban los gritos de dolor y llantos porque los electrocutaban con descargas de 220 voltios.

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María mientras estaba hospitalizada en El Paso (Texas), tras caer del muro.
María mientras estaba hospitalizada en El Paso (Texas), tras caer del muro. ( )

Uno por uno, los rehenes eran golpeados. A los bandoleros no les importaba si eran hombres y mujeres. Cuando le tocaba su turno a la mujer ecuatoriana para que la torturada, los emisarios del cartel los soltaron. "Fue un milagro de Dios que a mí no me agredieron".

Los llevaron a una casa en donde estaban escondidos más latinoamericanos que viajaban a Estados Unidos. "Había niños que lloraban del hambre, pero ellos no tenían piedad de verlos así". "A mí me sacaron de ese lugar y me llevaron a otra vivienda con dos señoras que tenían dos y tres hijos. Allí permanecí varios días".

En ese inmueble, las paredes eran de madera. Las ventanas estaban cubiertas por láminas de metal y no ingresaba la luz.

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María Benítez con su caja de dulces en una de calles de Nueva York.
María Benítez con su caja de dulces en una de calles de Nueva York. ( )

María y su esposo no se vieron durante varios días. Luego de que sus hijos pagaran los USD 10 mil por el rescate, los coyoteros los llevaron a Ciudad Juárez en un bus. Otros migrantes prefirieron irse por su cuenta. Las advertencias eran recurrentes: si alguien se atrevía a denunciar lo que pasó, lo encontrarían hasta matarlo.

Les sacaban fotos de todos los ángulos posibles de la cara y cuerpo para identificarlos. Permanecieron 15 días más en otra casa, a la espera de que los trasladen a la frontera. Los coyoteros daban prioridad a los mexicanos para que pasen la frontera y lo intentaban hasta siete veces en una semana.

Cuando les tocó su turno a María y Jorge, se fueron a una parte del muro que se encontraba rota, pero había una alta presencia de los agentes fronterizos. Ambos subieron la muralla, pero todo cambió cuando la chompa de María se enredó en los tubos y cayó. Ahora, ocho meses después, este domingo 8 de octubre de 2023, ambos viven en Nueva York y solo tratan de curar las heridas.

Él sale a trabajar con sus herramientas en la construcción y ella se para en las esquinas con sus chocolates y caramelos. Su prioridad es pagar la deuda con el chulquero y olvidar la crisis que se vive en Ecuador...

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