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La historia de dos militares cotopaxenses que murieron en Alto Punino, Orellana
José Luis Iza y Héctor Mullo dejan dolor y vacío en sus familias. El primero tenía 28 años. El segundo tenía dos hijos.
Lo ven erguido, con el uniforme impecable, en una imagen que ya no es recuerdo, sino refugio. Sus padres sostienen la fotografía en silencio como si en ella pudiera caber todo lo que les fue arrebatado. José Luis Iza, teniente del Ejército, tenía 28 años y comandaba la patrulla de reconocimiento de la Cuarta División del Ejército Amazonas.
Fue su última misión. En la imagen llevaba el uniforme que vistió con orgullo desde 2015. Vivía junto a sus padres y hermanos en la comunidad San Bartolomé, parroquia Pastocalle, 40 kilómetros al norte de Latacunga.
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Su habitación permanece intacta: los uniformes doblados con esmero, la camiseta de su equipo parroquial Alianza sobre la cama, símbolo de su pasión por el fútbol. Y las fotos del Colegio Técnico Nacional Pastocalle, donde fue primer escolta del pabellón nacional.
En la sala, los reconocimientos resaltan. Entre ellos, la condecoración "al espíritu militar", otorgada durante el curso de lanceros en Colombia.
Para su hermano Diego, no solo fue un estudiante ejemplar o un oficial disciplinado, fue también un hijo presente y un hombre íntegro.
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Sirvió en Loja, Cotopaxi y Orellana. Cada 21 días regresaba a casa al encuentro con su familia y a encargarse de una florícola que emprendió con sus hermanos hace tres años. Para ellos no hay duda, murió como un héroe, defendiendo a su patrulla.
“Yo sé que él siempre vivirá en nuestros corazones, pero el recuerdo amargo es que su presencia ya no va a estar aquí, así como él era carismático, bien atento, amable, respetuoso”, dice su hermano Diego Iza.
Sargento Segundo Héctor Mullo
A una hora y media de allí, en el barrio Ashpacruz, al sur de Latacunga, la fachada de una vivienda luce el logo y los colores de los comandos de la Brigada de Fuerzas Especiales número 9 Patria.
Es la casa del sargento segundo, Héctor Mullo, quien dedicó 17 años de su vida al servicio militar. En una de las paredes cuelgan las fotografías que repasan su historia: su infancia en la escuela Isidro Ayora, su graduación en el colegio Trajano Naranjo, su ingreso a las fuerzas especiales.
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A los 23 años se casó con Carmen Valencia, tuvieron dos hijos, Britanny y Ariel, quien recuerda: “Mi papá me inspiró porque nos llevaba al cuartel, ahí nos mostraba, hasta nos hizo cargar, me hizo cargar a mí su fusil, su casco".
Hoy sus hijos acarician las medallas que obtuvo durante sus años de servicio en Shushufindi, Quito, Riobamba y Santo Domingo.
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