La historia de Georvi Vega Jiménez, quien tenía una familia joven y una carrera militar que había construido con disciplina
En febrero celebró su cumpleaños en casa, pero semanas después fue asesinado en la emboscada en Alto Punino. Esta es la historia detrás del uniforme.
El último cumpleaños de Georvi Vega Jiménez fue el 20 de febrero. Cumplía 29 años. Lo celebraron en la misma sala donde casi tres meses después lo velaron, en el barrio Galápagos del cantón Santa Rosa, en El Oro.
Fue uno de los 11 militares asesinados en la emboscada en Alto Punino, Orellana.
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Georvi nació en Zamora Chinchipe. Era el segundo de cinco hermanos. A los 19 años ingresó al Ejército y en 2017 se graduó como soldado de Infantería.
Dos años después fue destinado al fuerte militar de Santa Rosa. Allí formó una familia. Se casó con Natasha Labanda en 2022. Tuvieron un hijo que ya tiene seis meses.
Desde hace dos años integraba el pelotón de reconocimiento de la Cuarta División del Ejército Amazonas, como fusilero.
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Había realizado cursos con la unidad élite de los IWIAS, recibió formación en Derechos Humanos y contaba con un título de tecnólogo en Ciencias Militares.
Era disciplinado y detallista. Natasha lo recuerda así mientras acaricia una foto de su esposo vestido con el uniforme, impecable como él lo dejaba siempre.
“Le gustaba lo que hacía, realmente le gustaba. Tenía doblado su uniforme en su cuarto, donde exclusivamente guardaba sus cosas. Limpiaba sus zapatos, dejaba todo listo el día anterior para irse tranquilo, para no olvidarse de nada”, cuenta su esposa.
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Natasha dice que a menudo hablaban de los riesgos de su oficio, pero una cosa era hablarlo y otra muy distinta vivir sus consecuencias. Habían hecho planes para este año: casarse por la iglesia y comprar una casa.
El día antes de la misión en la que fue asesinado, hablaron como siempre. Rieron, hicieron planes sencillos.
“Ese jueves hablamos todo el día. Nos reímos, el niño lo veía por videollamada. Incluso en la noche me dijo: ‘Mina, hazme mi comidita que mañana ya voy a estar comiendo contigo’. Su comidita se quedó esperando...”, recuerda Natasha, con la voz quebrada.
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Hoy su uniforme sigue doblado, intacto, en la habitación donde solía prepararse cada mañana.
Natasha aún no ha tocado nada. No quiere. Dice que es su forma de no dejarlo ir del todo.
Había sido parte de Operaciones Especiales, estudiado Derechos Humanos y formado parte del pelotón de reconocimiento de la Cuarta División de Ejército Amazonas.
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