26 dic 2025 , 14:46

El cañón del Toachi: Un corredor de zorros, venados y variedad de aves como las águilas en Cotopaxi

Ecuador posee una diversidad de paisajes, entre los que destacan “Los cañones” formados por eventos naturales.

   

Desde el borde del Quilotoa, donde la laguna duerme en el cráter, la tierra comienza a romperse. Esta grieta gigantesca destaca como si algo a este paisaje, cubierto de tapices naturales, lo hubiese partido en dos.

Es el cañón del Toachi, está en la parroquia de Cumbahua en la provincia de Cotopaxi, se abre en la tierra como una herida antigua. Sus paredes de roca grises, erosionadas durante miles de años, descienden en capas que cuentan la historia del tiempo sin necesidad de palabras.

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Lo que se sabe de la formación del cañón, es por sus habitantes. Historias que han traspasado generaciones, dicen que es el producto de la erupción del Quilotoa hace más de 1 800 años.

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“El volcán Quilotoa erupcionó, voto toda la lava y quedó, de esta manera, el cañón del Toachi, como hoy lo llamamos”.

El cañón tiene alrededor de 40 metros de profundidad y alcanza los 100 en algunos tramos. Con una pendiente de 60 grados. Es por eso que todo lo que se mueve en medio, se pierde entres las gigantescas paredes.

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“El cañón de Toachi nace desde el páramo de Michacala, nosotros tenemos un atractivo muy grande, el cañón muy grande que en quichua se llama Jatunyacu, quebrada grande”.

La roca, áspera y quebrada, revela siglos de erosión hoy, el cañón no solo atrae a turistas y científicos, sino que se mantiene como un recordatorio visible de la fuerza constante de la naturaleza.

En el medio, otro protagonista, el río Toachi que avanza con paciencia, tallando el paisaje centímetro a centímetro, aquí el silencio es casi absoluto, interrumpido apenas por el viento que rebota contra los muros de piedra.

El río recorre unos 160 kilómetros, pasando además de Cotopaxi por Santo Domingo de los Tsáchilas y desembocando en el río Blanco hasta llegar a Esmeraldas.

Antes de que el río tuviera nombre, el cañón ya estaba allí, creciendo hacia abajo. Lo que hoy parece un abismo inmóvil es el resultado de un movimiento lento y persistente, una obra natural que continúa transformándose lejos del ruido de la ciudad.

El cañón además es un refugio de vida, crea microclimas distintos según la altura, la sombra y la humedad. Esto permite que convivan especies muy diversas de animales y plantas, algunas endémicas o en peligro de extinción.

Entre la flora está la chilca, esta planta arbustiva es la más común de observar, es usada por las comunidades como un antiinflamatorio, está también el matico, que tiene propiedades cicatrizantes. O los árboles de popylepis, conocidos como árboles de papel, cada hoja da cuenta de los años de vida del árbol. El cañón está rodeado de pajonales que actúan como una esponja remetiendo agua.

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“Cuidamos primero reforestar las plantas nativas y luego ya no permitimos que la gente puedan poner ahí los animales. Eso cuidamos, todo lo que es la comuna Ponce Quilotoa”.

El cañón es el corredor de fauna diversa, zorros, venados y diversidad de aves, como las águilas, que antes de recorrer el cañón levantan su vuelo desde las aguas del volcán.

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Los cañones son archivos naturales, refugios de vida y guardianes del agua. Protegerlos es proteger el equilibrio de los ecosistemas y la memoria geológica del planeta.

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