Tungurahua: El territorio de las lagunas de San Borja abarca 958 hectáreas
En sus más de 950 hectáreas abriga a patos, venados y los lobos de páramo.
Aquí, la altura dibuja otro ritmo y lo marca todo: en las lagunas de San Borja, en el cantón Patate, los pajonales se mueven con el intenso viento y las montañas retienen la neblina. En este territorio de 958 hectáreas basta ver cómo las laderas avanzan entre árboles centenarios para entender que la altura es más que un paisaje: es una reserva de agua esencial para Tungurahua.
Bordeando el cantón, se levantan tres montañas: el Púlpito, Aspachaca y la Roca del Sacrificio. El recorrido comienza en sus faldas, en el caserío Poatug, a 2 800 metros de altitud.
Antes de internarse en los senderos, una breve pausa para contemplar a los vecinos que se perfilan al fondo del paisaje: el Tungurahua y el Chimborazo.
Son ocho kilómetros de ascenso bajo un sol intenso, entre laderas de laurel rojo, yagual y alisos, con una temperatura de 19 grados. En esta época, los muérdagos pintan de amarillo y rojo el sendero.
El paisaje cambia a medida que se gana altura. Al llegar al centro, un túnel de 200 metros permite continuar, pero el techo formado por ramas entrelazadas de alisos, cedros y pumamaquis recuerda que este sigue siendo un territorio silvestre.
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La oscuridad obliga a encender linternas y debido a la humedad sobre las piedras y el lodo hay que cruzar con cuidado para evitar resbalones. Tras 30 minutos de camino complejo, las ramas se alzan buscando el sol. Y en los troncos de polylepis crecen musgos y hongos.
Al avanzar, el clima del páramo impone su ritmo: la temperatura cae hasta los 5 grados y los árboles ceden espacio a unas 20 especies de arbustos, entre ellos la chuquiragua, el mortiño y los hualicones, alimento de los osos andinos. Sus garras dejan marcas sobre la corteza.
En este tramo también transitan venados de cola blanca, lobos de páramo, conejos, sachacuy y, en las cotas más altas, la danta andina. En las cúspides, el viento golpea con fuerza y el paisaje se reduce a pajonales.
Entre los colchones de agua brotan pequeñas margaritas y los sigses resisten la pendiente. Todo este tejido vegetal cumple una función clave: guiar el agua hacia las lagunas de San Borja.
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A 3 800 metros de altura, las lagunas aparecen como un respiro en medio del frío. En sus orillas prosperan helechos y tréboles. Sobre la superficie nadan los patos y vuelan los curiquingues. Son parte de las 20 especies que encuentran aquí su hábitat.
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