Día de la Madre en Ecuador: historias de madres que luchan contra el cáncer

Con hilos para tejer, libros, celulares, entre otros artículos, llegan las madres al hospital Solca en Guayaquil. Un día más, una lucha más contra el cáncer que padecen.

En Solca hay tres salas destinadas para las quimioterapias. Entre 130 a 150 personas reciben los tratamientos en un espacio adecuado, estéril, silencioso, con sillones y cobijas para que se sientan cómodas. El personal médico es amable y las recibe siempre con una sonrisa.

La oncóloga Verónica Vera comentó que los pacientes necesitan mucho amor y comprensión. Buscan brindarles un espacio agradable para que tengan ánimo y dejen el miedo al recibir los tratamientos.

Ecuavisa.com visitó una de las salas para quimioterapia y a propósito del Día de la Madre, conversó con tres mamás y cómo sus hijos son el motor que las impulsa para combatir el cáncer.

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Hasta julio de 2015, María José Flores dedicaba su vida a su hija de apenas cuatro años de edad y al ballet profesional. Ambas vivían en Quito, donde ella formaba parte del Ballet Nacional.

Pero en ese año, todo cambió. María José fue diagnosticada con cáncer de mama. Tuvo que dejar su pasión por la danza e iniciar el tratamiento contra la enfermedad en Solca de Guayaquil.

Recuerda que el primer paso, fue explicarle a su pequeña todo lo que iba a ocurrir con el tratamiento, como la pérdida de cabello. María José tenía el cabello largo y para evitar que su hija note el cambio drástico, se lo cortó. Pese a su corta edad, su pequeña le dijo que lo único que le importaba era tenerla ahí con ella.

Cuando le dijeron su diagnóstico, la doctora no le dio garantías. El camino -porque María José no lo denomina lucha- no iba a ser fácil. Su familia ha sido el motor para continuar en los tratamientos, entrando y saliendo del hospital.

María José contó que en este viaje, va descubriendo cosas bonitas y momentos de fortaleza. Relató que su hija sabe cuando está bien o se siente decaída y nota su preocupación cuando debe volver al hospital, pero toma fuerzas al escucharla que estará bien.

Como su hija tenía 4 años cuando le dijeron que tenía cáncer, ella solo pidió tener fuerzas para verla terminar la escuela. Ahora cursa el colegio y está segura que la verá graduarse de bachiller. "El apoyo familiar es muy importante, mi hija me apoya, mi esposo y mi familia me apoyan", expresó.

Sus hijos, de 21, 18, 12 y 7 años de edad, son su motor para continuar en la lucha contra el cáncer. Cinthia tiene 37 años y desde hace siete meses fue diagnosticada con un tumor en el seno.

Para ella, lo más difícil fue conversar con sus hijos de la enfermedad. Habló con ellos, que la han apoyado en cada paso, con un abrazo, un beso, palabras de cariño y hasta la ayudan con las tareas del hogar como cocinar o limpiar.

En esta lucha contra el cáncer, Cinthia ha tenido momentos de miedo, no por ella, sino por lo que pueden sentir sus pequeños que aún van a la escuela. "Yo tenía miedo que los molesten los compañeros por verme sin cabello, pero la más pequeña me abrazó y me dijo que no le importaba, que así tiene dónde darme más besitos", expresó.

Al principio de la enfermedad, Cinthia tuvo sesiones de 11 horas de quimioterapia. Ahora debe acudir a tratamientos que duran un promedio de 90 minutos. En ese tiempo, sus hijos la ayudan en casa al igual que su esposo.

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Desde hace un año, Yuri Avilés batalla contra el cáncer de seno. Ella tiene dos hijos, de 25 y 11 años, además de una nieta, de apenas tres años. Ellos le dan la energía necesaria y los ánimos para combatir la enfermedad.

Su esposo también es un pilar fundamental. La motiva a salir, cenar, ir al cine, para que se distraiga. Contó que su familia se encarga de hacer todo. Entre bromas, dijo que ya no se acuerda de cómo cocinar.

Al igual que Cinthia, le preocupaba la pérdida del cabello y que eso llegase a afectar emocionalmente a sus hijos. Pero ellos le han mostrado valentía y su amor incondicional, dándole ánimos en cada paso del tratamiento.

Cuando la diagnosticaron, fue inevitable llorar y pensar en la fuerte. Los doctores le dijeron palabras de aliento y que este es un camino de lucha y vida. En particular, se acuerda de una especialista que la atendió la primera vez que acudió y ahora siempre la saluda con una sonrisa.

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