Osos polares se adueñan de una estación de investigación polar abandonada en una isla rusa
Un grupo de los poderosos depredadores del Ártico fue captado utilizando una base soviética clausurada hace décadas como su nuevo refugio, en la isla de Kolyuchin.
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El grupo de osos polares ya acomodados en la antigua estación de investicación( )
Lo que alguna vez fue una estación de investigación polar de la era soviética en la remota isla de Kolyuchin, en el extremo este de Rusia, se convirtió ahora en un inesperado refugio para un grupo de osos polares. Las imágenes, captadas por el dron del viajero y fotógrafo ruso Vadim Makhorov, muestran a varios de estos mamíferos en las instalaciones, paseándose dentro y fuera de los edificios en ruinas como si estuvieran en casa.
La estación de investigación científica fue establecida en la isla de Kolyuchin en 1943 y fue clausurada tras la disolución de la Unión Soviética en 1992, dejando atrás una serie de construcciones abandonadas. En el metraje de Makhorov, se puede apreciar a por lo menos cinco osos polares, incluidos oseznos, subiendo escaleras, asomando la cabeza por las ventanas y reposando en el perímetro de la base, utilizando las estructuras como protección contra el viento y otros elementos del clima ártico.
Este fenómeno, aunque curioso, es un síntoma de la presión ambiental que sufre esta especie, clasificada como vulnerable por la UICN. La principal amenaza que enfrentan los osos polares es la acelerada pérdida de su hábitat natural, el hielo marino, debido al cambio climático. Al reducirse su plataforma de caza, los animales se ven forzados a acercarse a la costa y, en consecuencia, a los vestigios de la presencia humana, buscando refugio.
De hecho, la ocupación de estructuras abandonadas no es un caso aislado en el Ártico, pues los osos polares suelen buscar refugio en cualquier base humana deshabitada. Cerca de la estación de Kolyuchin, además, habita una numerosa colonia de morsas, lo que explica la constante presencia de los osos en la zona. Esta convivencia forzada entre la fauna salvaje y los restos de infraestructura humana reabre el debate sobre la necesidad de mitigar la huella de abandono en estas regiones.
El uso de estas bases como guaridas improvisadas demuestra la capacidad de adaptación de la especie, pero también la fragilidad de un ecosistema que se encuentra en la primera línea de la crisis climática global.
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