01 may 2025 , 18:40

El hombre más tatuado del mundo se somete a un procedimiento y sorprende con su tranformación

Leandro de Souza, quien dedicó dos décadas al arte del tatuaje, ahora busca eliminar sus diseños en un proceso de arrepentimiento y renovación espiritual.

   

Leandro de Souza, conocido como el hombre más tatuado de Brasil, está viviendo una transformación inesperada. A sus 35 años, Leandro decidió dar un giro radical en su vida al comenzar a borrar todos sus tatuajes, un proceso que marca un renacimiento personal tras dos décadas de vida dedicada al arte del tatuaje. En su apogeo, el 95% de su cuerpo estaba cubierto de dibujos, pero hoy, Leandro asegura que ya no se sentía bien con su apariencia y decidió cambiar.

Fotografía de la transformación de Leandro de Souza.
Fotografía de la transformación de Leandro de Souza. ( )

De la fama a la incomodidad

El cambio no solo es físico, sino también espiritual y emocional. Leandro compartió en una entrevista con O’Globo que comenzó a sentirse atrapado por sus tatuajes, lo que lo llevó a sentirse como una atracción de circo.

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"Era un mundo de excesos, ya no me convenía”, confesó. Esta reflexión lo motivó a iniciar un proceso de eliminación de tatuajes

La transformación y el sufrimiento

El proceso de cambio de Leandro se vuelve más significativo al comprenderse dentro de su proceso de conversión religiosa. Hace poco más de un año, Leandro experimentó una epifanía espiritual, lo que lo llevó a abandonar de forma repentina el consumo de drogas, alcohol y cigarrillos. Esta decisión vino acompañada de un tratamiento gratuito de eliminación de tatuajes ofrecido por una clínica, que se hizo famosa tras viralizarse un video de Leandro buscando trabajo.

Una vida marcada por el trauma

La historia de Leandro no solo está marcada por los tatuajes, sino también por su traumática infancia. Adoptado a los 13 años, Leandro vivió una infancia relativamente cómoda, pero marcada por el abuso sexual a manos de un policía militar, un episodio que lo marcó profundamente. Su adolescencia fue también difícil, pasando un tiempo en prisión por malversación de fondos, mientras su madre sufría de demencia senil y fue internada en un asilo. Durante su estancia en prisión, Leandro encontró un respeto inesperado al compartir su habilidad para tatuar con los demás reclusos.

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