¿No te gusta el pescado? Estas son las carnes que si puedes comer en Semana Santa
Mientras millones de católicos evitan la carne en Cuaresma, estos dos animales tienen pase libre para aparecer en las mesas el Viernes Santo.
- Históricamente, el consumo de carne ha estado restringido durante la Semana Santa. ( )
Cada año, cuando llega la Semana Santa, los fieles católicos renuncian a la carne los viernes como acto de penitencia. La regla parece clara: nada de res, cerdo o pollo, pero el pescado y los mariscos están permitidos.
Sin embargo, existen dos extraordinarias excepciones a esta norma, casos donde los feligreses —apelando al ingenio y la flexibilidad— convencieron a los obispos de que estos animales terrestres, muy conocidos en todo el mundo, podían comerse como si fueran pescado.
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1. El Castor
Aunque los europeos -especialmente alemanes y poblaciones árticas- ya incluían al castor en sus menús cuaresmales como sustituto del pescado, fue en Canadá donde esta peculiar tradición alcanzó su máxima expresión.
La historia, documentada por la Enciclopedia Canadiense, nos traslada al siglo XVII en la Nueva Francia, donde el obispo de Québec (algunos historiadores apuntan a François de Laval) tomó una decisión: declaró oficialmente al castor como pez.
La singular resolución se basaba en dos argumentos:

Este fallo eclesiástico permitió a los colonos franceses e irlandeses disfrutar de guisos de castor durante los viernes de abstinencia y todo el periodo cuaresmal, cuando las carnes terrestres estaban estrictamente prohibidas.
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Con la llegada del dominio británico, la costumbre fue decayendo, pero aún hoy perdura en algunas comunidades francófonas y entre los pueblos indígenas del Ártico.

2. El capibara
Conocido como carpincho, chigüire o ronsoco, este gigante roedor es la excepción más sorprendente del menú cuaresmal.
Según la BBC, es consumido en Semana Santa principalmente en Venezuela, aunque en Paraguay, Argentina y Brasil también se consume, pero con menos arraigo religioso.
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Mientras en Europa y Canadá el castor se convertía en el pescado cuaresmal por excelencia -con documentos que lo avalan-, el origen del consumo del capibara venezolano permanece envuelto en mayor misterio.

Según la revista Dark Atlas, fueron los misioneros coloniales, entre los siglos XVI y XVIII, quienes retomaron una tradición indígena y lograron convencer a las autoridades religiosas que este gigantesco roedor merecía el estatus de pescado.
El argumento era simple:
La demanda fue tan alta que casi lo llevan a la extinción, pero hoy, gracias a controles gubernamentales, sigue siendo un manjar tradicional en algunas comunidades, especialmente durante Semana Santa.

¿A qué se debe este vacío legal?
Si bien, no hay una única explicación para que estos animales fuesen considerados peces por las autoridades eclesiales locales de aquella época, esta pudo basarse en tres factores clave.
El primero fue el conocimiento científico de la época, donde los clérigos seguían la clasificación aristotélica que consideraba peces a todos los animales acuáticos, independientemente de su biología.
Así, tanto el castor de cola escamosa como el capibara de patas palmeadas entraban en esta peculiar categoría.
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El segundo fueron las condiciones climáticas. En el frío canadiense, donde los ríos se congelaban, el castor era la única fuente accesible de proteínas.
Mientras, en los llanos venezolanos y la llanura amazónica, las sequías hacían escasear los peces, pero facilitaban la caza de capibaras que se agrupaban en los pocos espejos de agua restantes.
Finalmente, los misioneros demostraron un notable pragmatismo pastoral, al permitir el consumo de animales ya presentes en la dieta indígena, facilitaron la transición al cristianismo sin imponer cambios drásticos en las costumbres locales.
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