24 ene 2025 , 18:05

¿A qué edad los niños empiezan a mentir y por qué?

Las mentiras surgen como reflejo del desarrollo cognitivo y social en niños y adolescentes, durante la infancia el 90% de los niños ya sabe mentir.

   

La capacidad de mentir en los niños es una señal de desarrollo cognitivo y social. Según estudios científicos, este comportamiento aparece alrededor de los dos años y se consolida con mayor frecuencia y sofisticación entre los cuatro y doce años, reflejando el crecimiento de habilidades avanzadas como la teoría de la mente y el control ejecutivo.

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Las primeras mentiras: desarrollo cognitivo en acción

La capacidad de mentir en los niños no solo es común, sino también una señal de desarrollo cognitivo y social. Según el doctor Kang Lee, director del Instituto de Estudio Infantil de la Universidad de Toronto, a los cuatro años, el 90% de los niños ya son capaces de mentir.

Este comportamiento surge cuando los pequeños desarrollan habilidades avanzadas como la teoría de la mente, que les permite entender las perspectivas de los demás, y el control ejecutivo, que les ayuda a planificar y sostener mentiras de manera más elaborada.

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Niños criados en entornos punitivos tienden a mentir con mayor frecuencia y sofisticación, utilizando el engaño para evitar represalias y adaptarse a un ambiente estricto
Niños criados en entornos punitivos tienden a mentir con mayor frecuencia y sofisticación, utilizando el engaño para evitar represalias y adaptarse a un ambiente estricto ( )

Estas habilidades reflejan una etapa crucial del crecimiento en la que los niños comienzan a comprender las dinámicas sociales y cómo navegar en ellas.

Un experimento dirigido por Lee demostró cómo se manifiesta esta capacidad en los niños pequeños. En el estudio, se les pidió que evitaran mirar un juguete mientras el investigador salía de la habitación. Al regresar, se les preguntaba si habían mirado el objeto, y sus respuestas se comparaban con grabaciones que verificaban la realidad.

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Los resultados mostraron que, aunque solo el 20% de los niños de dos años mentían, esta proporción aumentaba significativamente a medida que crecían, demostrando que la mentira es un reflejo del avance en habilidades cognitivas y sociales, más que un intento consciente de engañar.

La adolescencia: el pico de las mentiras

Durante la adolescencia, la frecuencia y sofisticación de las mentiras alcanzan su punto máximo. Un estudio publicado en Acta Psychologica reveló que los adolescentes mienten un promedio de 2,8 veces al día, más que cualquier otro grupo de edad. Esto se debe al desarrollo del lóbulo prefrontal, que madura completamente alrededor de los 25 años.

Los adolescentes recurren al engaño como una forma de proteger su privacidad y afirmar independencia, mostrando habilidades avanzadas de control ejecutivo y manejo de información
Los adolescentes recurren al engaño como una forma de proteger su privacidad y afirmar independencia, mostrando habilidades avanzadas de control ejecutivo y manejo de información ( )

Este proceso mejora la capacidad de planificar, controlar impulsos y manipular información, habilidades necesarias para crear mentiras más complejas y efectivas. Según el coautor del estudio, Bruno Verschuere, mentir con éxito requiere un control ejecutivo avanzado que permita suprimir la verdad y evitar señales de engaño, como vacilaciones.

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Factores emocionales y sociales también influyen en esta etapa. Según la psicoterapeuta Fran Walfish, los adolescentes recurren al engaño para evitar consecuencias, proteger su privacidad o afirmar su independencia de sus padres. Este comportamiento refleja no solo una búsqueda de autonomía, sino también un esfuerzo por adaptarse a las complejidades de las relaciones familiares y sociales, lo que convierte a la mentira en una herramienta para navegar estas dinámicas.

Factores familiares que influyen en la mentira

El entorno familiar juega un papel crucial en la frecuencia y sofisticación de las mentiras en niños y adolescentes. Según un estudio liderado por la profesora Victoria Talwar, los niños que crecen en hogares autoritarios o con castigos severos tienden a mentir más y a desarrollar estrategias más sofisticadas para evitar represalias. Estos entornos rígidos fomentan el engaño como una forma de protección, lo que puede dificultar la comunicación abierta entre padres e hijos.

Por el contrario, un enfoque basado en la comunicación abierta y la educación en valores puede prevenir mentiras problemáticas. Talwar sugiere que los padres deben modelar comportamientos honestos y reconocer la sinceridad de sus hijos, incluso en situaciones difíciles.

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Este enfoque ayuda a los niños a valorar la honestidad y a comprender que admitir la verdad puede ser más beneficioso que recurrir a mentiras para evitar problemas. Además, fomenta un entorno de confianza que refuerza la relación entre padres e hijos y les enseña a enfrentar las consecuencias de sus acciones de manera responsable.

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