Jóvenes y adultos caen en un ciclo de adicción y marginalidad por la hache
La hache deja efectos más severos en consumidores. Hay quienes tienen agua en los pulmones y enfermedades en sus sistemas respiratorios.
Convulsiones, alucinaciones y mayor compulsividad de consumo son los efectos a la salud de las nuevas mezclas de drogas que se comercializan en Ecuador. Especialistas hacen un llamado a las autoridades para que investiguen y activen mecanismos de prevención contra este problema, que pone en peligro a cientos de pacientes por el consumo a ciegas.
Miradas perdidas, movimientos torpes y una agonía visible que los delata. El consumo de drogas se ha apoderado de las esquinas y veredas del mercado de La Libertad, en Santa Elena. Una de estas áreas se la conoce como "la zona hache". Las calles se han convertido en testigos del consumo abierto de estupefacientes.
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Aquí, a plena luz del día y también en la noche, jóvenes y adultos son esclavos de la sustancia: encienden sus pipas o inhalan sin ningún miedo frente a familias que acuden a comprar alimentos. Es una escena cruda y desoladora que se repite, pese a que el pasado 24 de julio el Bloque de Seguridad intervino esta zona para recuperarla.
En la clínica privada Sembradores de Vida, en La Libertad, siete de cada diez pacientes consumen hache. Marino Restrepo, quien dirige el lugar, señala que en la actualidad es mucho más difícil ayudarlos.
"Era prácticamente sencillo atenderlos; ahora se han visto afectados sus sistemas respiratorios, los pulmones están llenos de agua, enfermedades de transmisión sexual", dice Restrepo.
La enfermedad destruye su cuerpo, aniquila su dignidad y los arrastra a un círculo vicioso de marginación y crimen.
Julieta Sagnay, experta en adicciones, advierte sobre las consecuencias sociales: "Estos jóvenes, con tal de consumir, se prostituyen, venden de su propia dosis, se involucran o son reclutados por grupos criminales como campaneros para observar o para recoger las balas del sicariato; se prestan para vigilar al secuestrado con tal de consumir su próxima dosis".
Anabell Arévalo, psicóloga clínica del Hospital de Neurociencias de Guayaquil, agrega: "Tienen conductas tan disruptivas como lanzarse de un piso a otro, como querer ahorcarse o querer asesinar a alguien".
Detrás de esta epidemia hay vidas destruidas, como la de "Eddie", de 25 años, quien a los 14 cayó en la adicción y lleva 11 años esclavizado por la hache en una zona rural de Samborondón.
El hombre relató a Ecuavisa que consume hasta seis sobres de hache al día y que cada uno le cuesta tres dólares. Asegura que consume la droga "para estar tranquilo", aunque admite tener miedo de una sobredosis.
Es un ciclo sin fin. Caminan kilómetros, hurgan en la basura, recolectan botellas para canjearlas por el dinero que calme el deseo que los domina.
'María', otra consumidora de hache, cuenta: "Cuando se me acaba la funda tengo que resolver para comprarme otra fundita más y calmar la ansiedad porque si no la consigo a veces me da ansiedad, me dan ganas de agredir físicamente a personas conocidas. Otras veces he intentado cortarme las venas por no conseguir la plata".
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Los efectos de estos cócteles más tóxicos no solo involucran a los consumidores de hache. Un hombre consumidor de cocaína relata: "Por A o B motivo, alguien me miraba y ya me quería ir de golpes. Me sentía más agresivo, con más paranoia y desconfianza por el mundo. Eso no lo sentía antes; la cocaína se tuvo que mezclar con otro tipo de drogas".
Esta es la cara más cruel de una doble epidemia: la violencia que acapara los titulares y esta otra, silenciosa, que envenena a una generación.
📰 #LaNoticiaAFondo 🚨 Tras el asesinato de tres familias, más personas dejan sus hogares en Flor de Bastión y la Cdla. Rotaria, en #Guayaquil. Un policía dijo que por semana, dos o tres familias piden custodia para sacar sus enseres. 📲 https://t.co/JjjSTJ9ITi pic.twitter.com/1rJDHM5PB8
— Ecuavisa Noticias (@EcuavisaInforma) September 16, 2025
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