Las comunidades indígenas afrontan pobreza crónica durante décadas: esta es la historia de Guangaje en Cotopaxi
Los levantamientos no han servido para solucionar las carencias. Los gobiernos no atienden sus necesidades, mientras organizaciones como la Conaie no hacen seguimiento a los problemas de hombres, mujeres y niños, que claman por ayuda.
Alejados de la agitada y convulsionada vida de la gran ciudad, hay que casi treparse a las nubes para ir a la realidad del sector indígena que, pese a las largas y violentas jornadas de protesta de hace muchos años, gobiernos y dirigencia no encuentran solución al eterno problema de la desatención y la pobreza.
“Mi señor periodista, gracias por venir a nuestra comunidad Guangaje”, dice Víctor Hugo Tigasi, habitante de esa localidad ubicada en la provincia del Cotopaxi.
Es una de las parroquias más antiguas de la sierra ecuatoriana, está a 4 000 metros sobre el nivel del mar. Tenía 13 mil habitantes, hasta hace cinco años, hoy no llegan a 5 000, según sus dirigentes. Después del paro del 2019 y la pandemia, su gente empezó a emigrar masivamente. Abandonaron sus rutinas, sus terrenos, sus casas, su pueblo, porque se dieron cuenta que, incluso después del levantamiento de 2022, su realidad nunca cambió.
“Hemos salido al paro, pero eso es a andar gratis y no hemos ganado nada. Mejor hemos visto la muerte, los heridos. No se gana nada”, expresó Tigasi.
En Guangaje, siempre se dijo que los nativos no emigran, pero a la desatención del campo se sumaron los problemas de la tierra que se volvió árida por la falta de lluvias y los nulos planes de proyectos de riego.
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Impacto económico
Con los años, las papas, cebolla, habas y mellocos, se hicieron pequeños y no alcanzaron para sacar al mercado y apenas fueron quedando para el consumo. El impacto es económico, no tienen dinero y eso los arrastra a la pobreza extrema, a la necesidad.
Los que se aferran a su campo remueven las esperanzas con azadón en mano. Así araron el terreno porque el tractor ya les subió la tarifa desde que aumentó el precio del diésel. Genny Cuchiparte dice que ella y su familia sobreviven a todos los inconvenientes y costos de producción, y dejan su esfuerzo a la suerte del mercado que ojalá les pague bien por los dos atados de cebolla.
“A veces, cuando el precio está más barato es 10, 15 o 30 dólares. El valor mas alto sería de 20 o 25 ambos, o USD 40 cuando es caro”, manifestó Cuchiparte.
Si les va bien, tendrán más dinero para repartir entre la familia y subsistir, aunque ya saben que les tocará amenos, pero esa realidad los acerca al límite de la pobreza extrema en la que ya viven familias completas, como lo veremos en un siguiente reportaje.
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