Quitoloma es el lugar perfecto para reencontrarse con la historia, la naturaleza y espectaculares paisajes andinos a los que llegar por las rutas del Ecuador es parte de la magia.
Esta vez el destino es Quitoloma, un complejo arqueológico poco conocido al nororiente de Quito y el más grande de su tipo en todo el país.
Un buen punto de partida es el Quinche, cuyo signo distintivo es su santuario, reconocido por los fieles de todo el país. El movimiento comercial y religioso de esta población le da su particular encanto y solo en 10 kilómetros de camino se deja el cantón Quito y se pasa a Cayambe a la parroquia Cangagua.
A pocas cuadras hacia el oeste en línea recta, el pavimento y el adoquín terminan para dar paso al empedrado en dirección a la comunidad de Chumillos.
El característico paisaje andino y sus vías, por tramos de tierra, en otras empedradas y por momentos lastradas, obligan al conductor a vivir intensamente cada kilómetro.
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Y ahí, en la punta de uno de los cerros del maciso de Pambamarca, a 3 780 metros de altura, aparece el Pucará de Quitoloma, una de las 17 fortalezas de este tipo en ese mismo complejo montañoso.
Solo tras apreciar la vista de los cuatro puntos cardinales que ofrece la ubicación, se entiende el esfuerzo puesto por sus constructores incas, que en 20 mil metros cuadrados ubicaron esta gran fortaleza que se usaba para la defensa, pero también para ola ofensiva.
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Actualmente, su mayor atractivo es el churo, una estructura de terrazas concéntricas talladas en la punta de la loma, además de un puñado de construcciones de piedra que se mantienen visibles, ya que el resto de las ruinas permanecen bajo la superficie cubierta por intactos pajonales.
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