Operación policial en Río de Janeiro: más de 60 cadáveres fueron trasladados por civiles a una plaza

La madrugada de este miércoles, Río de Janeiro vivió una escena de profundo dolor. Residentes del Complexo da Penha, en la zona norte, trasladaron más de 60 cuerpos hasta la plaza São Lucas de la comunidad. Los cadáveres habían sido encontrados en la zona boscosa entre los complejos del Alemão y de la Penha, epicentro de la operación policial más letal jamás realizada en el estado.

Mientras los medios locales manejan cifras que superan las 100 víctimas mortales, la cifra oficial de la acción se mantiene en 64 muertos y 81 personas detenidas, incluidos cuatro policías fallecidos. Sin embargo, la aparición de estos cuerpos adicionales, que al parecer no figuran en el balance oficial, siembra grandes dudas sobre el número real de bajas de la operación contra el Comando Vermelho.

La abogada Flávia Fróes, quien acompañó la retirada de los restos por parte de la Defensa Civil, denunció el hallazgo de señales de violencia extrema en varios cuerpos. Ella reportó "marcas de disparos en la nuca, puñaladas en la espalda y heridas en las piernas", calificando la intervención policial como "la mayor masacre de la historia de Río de Janeiro".

El traslado y la exposición de los cadáveres en la plaza fue una decisión de los propios familiares. El activista Raull Santiago explicó que el objetivo era visibilizar las condiciones en las que hallaron a sus seres queridos . En la plaza, la escena fue terrible: mujeres lloraron, se abrazaron e intentaron reconocer a sus hijos y conocidos entre los cuerpos alineados. Una madre, al encontrar a su hijo de 20 años, relató haberlo visto con la muñeca atada en la zona boscosa.

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La brutalidad del operativo y el alto número de víctimas llevó a organizaciones y defensores de derechos humanos a solicitar la intervención de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH). La petición incluye la presencia de interventores y peritos internacionales para investigar los hechos, buscando justicia y transparencia ante la magnitud de la tragedia.

El clima de miedo y tensión generado por el operativo paralizó a la ciudad. Durante la noche, las calles de Río, incluso en barrios tradicionalmente vibrantes como Tijuca y Vila Isabel, lucieron desiertas. Bares, restaurantes y hasta servicios 24 horas cerraron sus puertas, mostrando una imagen que los residentes compararon con los momentos más tensos de la pandemia.

Finalmente, aunque el gobierno estatal no ha emitido un comunicado oficial sobre la aparición de los nuevos cuerpos, el suceso expone el profundo vacío en la política de seguridad pública y la vulnerabilidad de las comunidades más pobres. La ciudad de Río de Janeiro intenta asimilar una de las jornadas más oscuras de su historia, en medio de crecientes llamados a una investigación pronta y efectiva.

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