21 abr 2025 , 07:47

Francisco, el papa que dejó una huella de amor eterno en Ecuador

La gente lo recuerda con cariño tras su visita al país entre el 5 y 8 de julio de 2015. También por su incansable lucha a favor de los marginados, los que sufren y los olvidados.

   

Ecuador se estremeció entre el 5 y 8 de julio de 2015 con la visita del papa Francisco. El país tuvo que esperar 30 años para que un sumo pontífice llegue nuevamente a estas tierras y deje un legado de amor. El último había sido Juan Pablo II cuando vino en 1985, durante la presidencia de León Febres Cordero.

Las palabras del Papa Francisco, al pisar suelo ecuatoriano, quedaron grabadas por siempre en el corazón y la memoria de la gente:

"Quiero abrazar al Ecuador entero. Que desde la cima del Chimborazo, hasta las costas del Pacífico; desde la selva amazónica, hasta las Islas Galápagos, nunca pierdan la capacidad de dar gracias a Dios por lo que hizo y hace por ustedes, la capacidad de proteger lo pequeño y lo sencillo, de cuidar de sus niños y sus ancianos, que son la memoria de su pueblo, de confiar en la juventud, y de maravillarse por la nobleza de su gente", manifestó en un conmovedor discurso ante miles de personas que lo escuchaban.

Desde siempre se identificó con las clases populares y luchó por los que defendía: los marginados, los que sufren y los olvidados. Eso quizás se debe a sus orígenes humildes y cuando vino a Ecuador lo recordó. De hecho, Jorge Mario Bergoglio nació el 17 de diciembre de 1936 en Buenos Aires, como el fruto de una familia de inmigrantes italianos que buscó un mejor futuro en la capital argentina, huyendo de la pobreza en su país.

De joven -según reseña la página web del Vaticano- se graduó como técnico químico y después eligió el sacerdocio, entrando en el seminario Diocesano de Villa Devoto. En 1958, fue parte del noviciado de la Sociedad de Jesús. Continuó sus estudios en humanidades, graduándose con una licenciatura en filosofía del Colegio de San José en San Miguel. También fue profesor de literatura y psicología en Santa Fe y Buenos Aires.

En 1969, se ordenó como sacerdote e hizo su profesión final con los Jesuitas en 1973. Ese mismo año, lo designaron Provincial de los Jesuitas en Argentina y ocupó ese cargo durante seis años. Luego, trabajó como rector de un colegio y sacerdote de la parroquia de San Miguel. También se desempeñó como director espiritual y confesor en Buenos Aires.

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En mayo de 1992, el Papa Juan Pablo II lo nombró titular Obispo de Auca y Auxiliar de Buenos Aires. Más tarde fue designado Vicario Episcopal del barrio Flores y luego ocupó el cargo de Vicario General de la Arquidiócesis. En 1998, se convirtió en el Arzobispo, primado y ordinario para los fieles de rito oriental de Argentina, quien no tenía un rito propio. Tres años más tarde, el Papa Juan Pablo II lo nombró Cardenal, asignándole el título de San Roberto Bellarmino. Fue elegido Sumo Pontífice el 13 de marzo de 2013.

Francisco fue el primer papa latinoamericano y el primer jesuita en ocupar el cargo en la historia. Por eso, los países de la resión y su gente no olvidan ese 13 de marzo de 2013 cuando lo eligieron Sumo Pontífice. Esta noticia fue recibida con entusiasmo y alegría.

Desde entonces, su postura fue muy reformista y pegado a las causas justas. Hizo un llamado a una Iglesia más humilde, cercana a los pobres y comprometida con la paz y la justicia. A través de sus gestos simbólicos y acciones concretas. Pidió a la humanidad que haga un fuerte compromiso con los marginados y vulnerables.

"Como argentinos tenemos que sentirnos agradecidos, conmovidos y realmente elegidos por Dios porque que un papa sea de nuestra tierra, un obispo de nuestro episcopado argentino que ha transitado y caminado y que ha dado tantas enseñanzas en nuestra tierra sea elegido por el Espíritu, por sus cardenales que en el cónclave lo eligieron, pero fundamentalmente por el Espíritu Santo, es motivo de verdadera gratitud”, subrayó el Obispo Castrense de Argentina, Santiago Olivera, referente espiritual en la Casa Rosada.

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