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Daniel Noboa en el carro que fue atacado.( )
Sería muy grave para la colectividad que los acontecimientos de las últimas horas inyecten gasolina a una paralización que, por el lado de las demandas y el respaldo popular, estaba condenada al fracaso. Y que por una decisión tomada al calor de la revancha, se prenda un conflicto de proporciones en donde los puntos que el país deba analizar ya no sea el alza del diésel, sino la violencia en las calles, el terrorismo, la criminalización de la protesta social y la deslegitimación de las instituciones.
Los titulares de los noticieros de esta noche se enfocarán en el ataque a la caravana presidencial en Cañar. Y recogerán la denuncia formal por terrorismo y tentativa de asesinato, presentada por la ministra Inés Manzano, insistiendo en que los autos de la comitiva fueron disparados.
Seguramente, esto radicalizará a una Conaie que, hasta el momento, no ha tenido fuerza ni capacidad de convicción. Por eso se ha visto que en Latacunga hay nuevos focos de movilizaciones, al tiempo que, en las zonas de Imbabura y Chimborazo, agobiadas por el bloqueo, los enfrentamientos ya no se dan solo con la fuerza pública, sino que la población que quiere volver a trabajar exige que la medida indígena se termine.
En medio de este todos contra todos, es indispensable que el Gobierno deje a un lado sus mensajes ríspidos y analice la crisis con cabeza fría. Como se dijo en este newsletter, la dinámica de los paros indígenas se mide cada día y cualquier paso en falso puede alejar una solución sensata. El procesamiento de las cinco personas detenidas en los hechos de Cañar, contra la caravana del Presidente, puede alentar a que, por ejemplo, Marlon Vargas reciba el apoyo de Leonidas Iza y con ello la magnitud del conflicto se amplíe.
En estos momentos, la firmeza para defender una medida económica no puede confundirse con agresividad o atropello estatal. Es urgente actuar con cabeza fría.
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