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Agencia del Registro Civil de Tumbaco, en Quito.( )
El Gobierno debe tener una lista interminable de asuntos difíciles de resolver. Bajar en un 30%, cada año, las muertes violentas o crear en periodos similares, al menos, 250 mil empleos formales.
Debe ser muy complicado dinamizar la producción petrolera hasta llegar a los 500 mil barriles diarios de crudo; que los hospitales del IESS se igualen con sus 13 mil cirugías represadas; o, que la Universidad pública se ponga a la vanguardia del conocimiento y forme los mejores profesionales del país.
De todos estos desafíos, mejorar la atención en el Registro Civil debe ser lo más sencillo para cualquier gobierno, sin importar su tendencia ni las condiciones políticas de un país.
Es, simplemente, comprometerse a que los usuarios tengan un servicio digno, el más elemental de todos: el manejo de la identidad.
Lastimosamente, aquello no ocurre en Ecuador. Y no es tolerable, bajo ninguna circunstancia, que las personas tengan que hacer una fila de siete horas para renovar la cédula de ciudadanía. Peor si ese trámite cuesta 16 dólares.
Se ha denunciado hasta el cansancio que las especies suelen escasear; que el sistema informático tiene problemas enormes de conexión para agendar turnos y pagar por el servicio; o que, en las calles, los tramitadores abusan de la desesperación de la gente y que, por un turno clandestino, llegan a cobrar hasta 50 dólares.
También se ha apuntado la falta de empatía de los funcionarios del Registro Civil por no atender con prolijidad y buena cara a la gente.
Se ha hablado de todo ello, pero nada se soluciona.
Si el presidente Daniel Noboa supiera todo lo que la gente cuestiona de esta entidad y de las autoridades, estaría muy preocupado. En últimas, él llega a ser el gran culpable de un servicio de a perro y eso, en términos electorales, le puede jugar una pésima pasada.
Es incomprensible que en casi dos años de gestión el Registro Civil se haya deteriorado tanto.
¿Indolencia, incapacidad o simple falta de sentido común?
Puede ser todo a la vez, pero, asimismo, en este tema particular, sí hay formas de enfrentar su crisis y, a la vez, darle a este sufrido país una victoria temprana. Mientras se piensa cómo bajar las muertes o mejorar la dotación de medicinas, no debe ser tan difícil hacer una gran cruzada cívica de cedulación y emisión de pasaportes que se extienda por dos o tres meses en jornadas de 24 horas, los siete días de la semana.
Lea también: Noboa y la (des)ventaja de no dialogar
Si Noboa creó el bono Jóvenes en Acción para 80 mil pasantías en el Estado, qué mejor ejecutarlas en el Registro Civil.
Eliminen el bendito sistema de turnos en línea que no sirve para nada; solo para que incube la corrupción. Adapten en los coliseos de las principales ciudades del país múltiples unidades de atención, para que la gente se cedule con absoluta comodidad, sintiendo el respeto que merece su trámite.
Vuelvan este trabajo una verdadera fiesta cívica, llena de alegría y dignidad. En lugar de que estas jornadas sean una tortura, conviértanla en un espacio donde se hable bien del Gobierno.
No es tan difícil, solo se necesita voluntad y que un poco de burócratas ponga amor a su trabajo.
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