La goleada de Barcelona a Emelec quedó en segundo plano por los graves incidentes en el Capwell, que sigue siendo escenario de violencia ante la pasividad de las autoridades.
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Hinchas de Emelec provocaron incidentes en el estadio George Capwell durante el Clásico del Astillero ante Barcelona.( )
Deberíamos estar hablando de fútbol tras un Clásico del Astillero en el que Barcelona goleó 4-0 a Emelec en el estadio George Capwell. Sin embargo, otra vez el fútbol quedó en segundo plano por la violencia y el caos que se vivieron en ese escenario deportivo.
Lo que pasó el domingo solo puede definirse con una palabra: vergüenza. Y los responsables son claros: la única hinchada presente, la de Emelec.
Todo comenzó incluso antes del pitazo inicial, cuando los juegos pirotécnicos del club provocaron un incendio al prenderse fuego una gigantografía puesta por los hinchas de Emelec justo bajo el manto de los fuegos artificales.
El descontrol fue tal que hasta la Policía tuvo que usar extintores para sofocar las llamas. Luego, antes de que terminara el primer tiempo, se apagaron los reflectores en gran parte del estadio, probablemente como consecuencia del cortocircuito que dañó las vallas publicitarias tras el incendio.
Ese apagón debió ser motivo suficiente para suspender el partido. Pero no. El árbitro Robert Cabrera ordenó continuar el juego en penumbras, eso sí, con bengalas encendidas en las gradas a la vista de todos, lo que provocó un segundo incendio por los rollos de papel ardiendo en las gradas.
Así, con un 0-2 a favor de Barcelona, a media luz y con las gradas del Capwell en llamas, terminó el primer tiempo.
La luz se restableció para la segunda parte, pero lo que siguió fue todavía peor: peleas a puñetes entre hinchas de la misma barra, y lanzamiento de decenas de botellas de vidrio dirigidas contra el arquero de Barcelona.
Sí, vidrio dentro de un estadio de fútbol en pleno 2025, un hecho inaceptable que pone en riesgo la vida de jugadores, árbitros y aficionados.
Todo esto ocurrió en un estadio que ya estaba sancionado, con una parte de la general clausurada por incidentes similares. Es decir, la historia se repite y el hincha azul parece no aprender.
Pero el problema no es solo de la barra: es de una dirigencia permisiva que no controla lo que pasa en su propio escenario y de unas autoridades deportivas que no castigan esos actos vandálicos con la dureza que ameritan.
El partido, que debía terminar a las 19:30, concluyó cerca de las 20:15. Es que se tuvo que esperar 45 minutos entre las pausas para discutir si se debía continuar o no: primero por el apagón y después por el desalojo de la barra brava de Emelec. Un espectáculo desnaturalizado que vuelve a dejar en evidencia la precariedad del control dentro del Capwell.
La Comisión de Disciplina de Liga Ecuabet seguramente impondrá una sanción económica, pero eso no basta. Lo ocurrido exige decisiones de fondo: el estadio Capwell debe ser clausurado por completo hasta que su dirigencia garantice condiciones mínimas de seguridad, reinstale las mallas de protección y demuestre un verdadero control en los accesos.
No estamos hablando de un hecho aislado. Es un patrón repetitivo de violencia en el mismo escenario. Si la dirigencia de Emelec y las autoridades deportivas no actúan con firmeza, estarían normalizando el desorden y siendo cómplices de los violentos que atentan contra la vida de quienes van a un estadio a ver fútbol.
El Clásico del Astillero fue una fiesta arruinada por la violencia, fue una vergüenza. Y la responsabilidad tiene nombres y apellidos.
Emelec ya acumula sanciones en diez de los trece partidos que jugó como local en el Capwell, sin contar todavía lo ocurrido en el Clásico del Astillero.
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