19 may 2025 , 13:02

Barcelona ganó el Clásico, pero dejó más dudas que certezas

Ganó Barcelona a Emelec, pero si el Clásico del Astillero sirve como termómetro de lo que puede venir, el diagnóstico es preocupante.

   

Por más que la Copa Libertadores le haya dado un revés, Barcelona SC sabe que en el torneo local no puede permitirse flaquear, que con lo que tiene el alcanza, pero quién sabe hasta cuándo... Es que jugar mal y aún así ganar no es sostenible en el tiempo.

El Clásico del Astillero era el escenario perfecto para reivindicarse. Con un 2-0 ante Emelec, el Ídolo del Astillero reafirmó su liderazgo en la LigaPro con 28 puntos, al completarse 13 de las 30 jornadas que componen la fase regular.

El protagonista de la noche fue Octavio Rivero, un delantero que parecía de capa caída tras la decepción internacional frente a Universitario de Perú, pero que resurgió con carácter y goles. Dos remates cargados de potencia y convicción —uno en cada tiempo— bastaron para tumbar a un Emelec que jugó bien, pero que se desmoronó tras la expulsión de Marcelo Meli.

El resultado representa un golpe de autoridad barcelonista y una fotografía dolorosa del presente eléctrico: 13 puntos y antepenúltimo en la tabla de posiciones.

No obstante, la victoria en el Clásico del Astillero parece más un espejismo que una confirmación del buen presente de Barcelona. El equipo de Segundo Alejandro Castillo volvió a quedar expuesto atrás, desconexo en el medio y asfixiado arriba.

Barcelona, aunque gana a nivel nacional, es un equipo frágil, lleno de errores estructurales y dependiente del oportunismo de algún jugador como Octavio Rivero o Leonai Souza, quienes fueron los únicos que se salvaron del pobre funcionamiento colectivo.

Rivero recuperó en campo rival, intentó distribuir, presionó y asumió roles que el resto dejó vacíos. El resto del mediocampo estuvo desconectado. Janner Corozo, por ejemplo, volvió a tener uno de esos partidos donde hace todo mal: impreciso, sin peso ofensivo, sin regresar a tiempo para colaborar.

Lo de Mario Pineida, insostenible. No solo defensivamente se vio superado, sino que inexplicablemente fue encargado de tomar marcas altas en las pelotas paradas, exponiendo aún más sus debilidades.

Xavier Arreaga, que debió ser expulsado, sigue contagiado de un mal momento de la defensa canaria, sostenida solo por la seguridad de Bryan Carabalí y las oportunas atajadas de Ignacio De Arruabarrena, que reemplazó al lesionado José David Contreras.

Del otro lado, Emelec cayó, sí, pero con una idea más clara. El plan de Jorge Célico lucía efectivo: Marcelo Meli hizo un partido enorme, adelantando líneas para que Alexander González y Facundo Castelli incomodaran en campo contrario, pero se hizo expulsar.

JJ Sánchez acompañó con criterio, aunque falló en la definición. Romario Caicedo y Jackson Rodríguez ganaron metros por banda, pero faltó contundencia en el área. A Emelec le faltó la pegada final, compitió a la altura contra Barcelona, pero el equipo se quebró tras la expulsión de Meli.

Ganó Barcelona, pero si el Clásico sirve como termómetro de lo que puede venir, el diagnóstico es preocupante.

Quote

El equipo de Castillo sigue sin convencer en su funcionamiento colectivo. Y mientras algunos aplauden los puntos, otros vemos un barco que flota, pero hace agua por varios lados.

Por es importante que, en la tranquilidad que da la victoria, tome correctivos urgentes o se vendrá a pique.

Lo que muchos olvidan es que esta fase regular no solo sirve para clasificar al hexagonal final. Los seis mejores equipos disputarán el título con los puntos acumulados hasta la jornada 30. Es decir, cada victoria hoy puede marcar la diferencia a finales de año.

Por eso, no basta con estar entre los seis: hay que llegar con la mayor cantidad de puntos posibles si se quiere tener ventaja en la definición por el campeonato. Barcelona es puntero, pero debe mejorar, porque ya casi estamos a la mitad de la temporada y es difícil que, jugando así, se pueda sostener en la punta.

Por ahora Barcelona ha vuelto a encender la ilusión. Tiene en Rivero a su referente, en la afición un motor que empuja, y en la historia, la presión de volver a ser campeón. El camino es largo, pero los puntos de hoy valen oro para lo que vendrá después.

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