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En los últimos años, el azúcar ha dejado de ser vista como un simple ingrediente dulce y ha pasado a ser uno de los principales responsables de múltiples problemas de salud pública.
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Imagen referencial a consumo de azúcar refinada. ( )
Enfermedades como la diabetes tipo 2, obesidad, caries, hígado graso e incluso depresión están relacionados con el consumo excesivo de azúcar.
Según expertos en nutrición aseguran que los efectos son notables incluso en una semana. Aunque puede haber síntomas de abstinencia, el cuerpo empieza a agradecerlo casi de inmediato.
Un estudio publicado en The Journal of the American Medical Association mostró que niños que eliminaron el azúcar añadido durante solo 9 días redujeron significativamente sus niveles de triglicéridos y glucosa en sangre, sin modificar calorías ni actividad física.
Día 1-2: Ansiedad y antojos
Durante los primeros días, muchas personas experimentan síntomas similares a una abstinencia leve: dolor de cabeza, irritabilidad, fatiga y antojos intensos. Esto se debe a que el azúcar estimula la liberación de dopamina, la “hormona del placer”, de forma similar a una droga leve.
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Día 3-4: Mejora del sueño y del estado de ánimo
Hacia el tercer día, muchas personas reportan dormir mejor. La ausencia de picos de glucosa e insulina permite una liberación más estable de melatonina, la hormona del sueño. Además, hay una mejora en la concentración y en el estado de ánimo.
Día 5-7: Pérdida de peso y reducción de la inflamación
En menos de una semana, el cuerpo ya ha comenzado a quemar grasa más eficientemente, especialmente si se han eliminado también las harinas refinadas. Se reduce la retención de líquidos y se desinflama el abdomen. En algunos casos, los niveles de presión arterial y colesterol también mejoran.
¿Vale la pena?
Aunque dejar el azúcar refinada puede ser difícil al principio, los beneficios comienzan a sentirse rápido y se amplifican con el tiempo. Reducir el consumo de azúcar no solo mejora la salud física, sino también la mental y emocional.
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Esto no significa eliminar todas las fuentes de glucosa: las frutas, por ejemplo, contienen fructosa natural acompañada de fibra, vitaminas y minerales. El objetivo es dejar de lado los azúcares añadidos, que son innecesarios y muchas veces invisibles en los alimentos ultraprocesados.
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