16 ene 2025 , 18:33

Elecciones Ecuador 2025 | La campaña electoral es la evidencia de que la polarización política entre correísmo y anticorreísmo está más viva que nunca

Aunque esta división viene de antes, hoy evidencia una nueva realidad electoral en el país.

   

La polarización política en el Ecuador goza de buena salud, tan alimentada está que de 16 candidatos inscritos, 14 juegan el rol de fantasmas: no pesan, electoralmente por ahora no existen.

Esa dinámica de extremos se cultivó con cuidado. El correísmo se construyó durante 10 años de una gestión que se apalancó en el tecnopopulismo y en un aparataje constitucional, trabajando a toda máquina para posicionar la imagen del líder y su gestión.

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La postura contraria se hizo de a poco, su arcilla fueron los excesos, el autoritarismo, la corrupción, la guerra a la prensa, su desprecio a los más elementales principios de la democracia.

El correísmo en una década consolidó una clientela que hasta ahora le ha sido funcional; tiene una votación sólida que lo posiciona siempre en los primeros lugares de las preferencias, lo cual aunque no sea suficiente para llegar a Carondelet le ha servido para pasar a la segunda vuelta y tener un amplio grupo parlamentario.

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El anticorreísmo ha pasado por distintas manos: Lenin Moreno, Guillermo Lasso y ahora Daniel Noboa, y de su solidez no se tienen certezas, de hecho, una de sus características ha sido su incapacidad para dotar a esta tendencia de gobernabilidad.

Esta bipolaridad existe en el mapa electoral pese a que la clase política y otras voces interesadas repiten, como mantra, que no se debe insistir en la división y el enfrentamiento. Y hablan de consensos como si estos se pudieran dar prescindiendo de una contraposición de tesis y actitudes ante la democracia.

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De esa ingenuidad se alimentan los dos actores políticos que encabezan esta campaña polarizada. Ellos confrontan entre sí y le dicen al resto que es malo hacerlo, y el resto les cree, les hace caso. Y allí está su magro porcentaje.

Por todo eso es que el país se evidencia anclado a esas dos banderas que aunque están en los extremos se parecen. Y esto indica que algunas realidades electorales pueden estar cambiando: que el electorado está cansado de la fragmentación, de la sábana electoral y que definitivamente la política mutó al espacio donde los electores privilegian, en los períodos electorales, las percepciones creadas, que las realidades que ya no animan las campañas.

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