29 jul 2025 , 18:48

Crisis en el correísmo: la carta que remitieron las autoridades locales de la RC, ¿carece de autocrítica?

La propuesta de renovación planteada, está más cerca de un ejercicio cosmético que de una revolución, que empiece por reconocer todos los errores cometidos.

   

La carta enviada por cinco autoridades locales al expresidente Rafael Correa: Marcela Aguiñaga, Paola Pabón, Leonardo Orlando, Pabel Muñoz y Juan Cristóbal Lloret, se presenta como un llamado a la “renovación profunda” de la Revolución Ciudadana.

Ellos hablan de “desconexión con el país, de un liderazgo que ha perdido el rumbo”, de la necesidad de “recuperar el sentido común”. No mencionan, ni una sola vez, las razones de fondo por las que el movimiento, aunque conserva parte del electorado, ha perdido legitimidad y no ha podido erigirse en verdadera alternativa de poder: corrupción estructural, pactos con el crimen organizado, defensa de dictaduras, persecución a la prensa, una cultura política basada en la impunidad.

La carta está lejos de reconocer esos y otros errores. No rinde cuentas por el financiamiento turbio de las campañas, por delitos cometidos, por el dinero público gastado como chequera privada, por el grupo de delincuentes que se encuentran detenidos o prófugos, por la defensa que hubo de violadores.

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El único objetivo de la carta es, al parecer, desplazar a Luisa González de la dirección, como si ella fuera el origen de todos los males. Ella no es una anomalía: es el resultado de un movimiento que premia la obediencia ciega y castiga la disidencia.

Su defensa del régimen venezolano como ejemplo de democracia, su adhesión a teorías conspirativas como la de la de tinta transferible y su estilo de liderazgo son el reflejo de lo que manda e inspira Rafael Correa.

Los firmantes de la carta no son ajenos a ese sistema, han sido cómplices, beneficiarios y defensores del correísmo en sus aciertos y en sus peores momentos. Ellos están hablando de renovación, pero por ahora no hacen propuestas concretas para democratizar el movimiento, abrirlo a nuevas voces y someterlo a una auditoría que incluye valores democráticos y ética pública.

La renovación propuesta por ahora es cambiar un rostro, esa carta no propone desmontar la estructura de impunidad, corrupción y autoritarismo que ha sostenido al correísmo durante casi dos décadas.

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Mientras eso no ocurra, cualquier intento de renovación será solo una maniobra para prescindir de una figura, endosándole culpas y errores, sin cambiar nada de fondo. Y sin cuestionar al responsable supremo; erigido por los firmantes en líder intocable.

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