La campaña electoral de Luisa González y Daniel Noboa está marcada por la violencia e inseguridad

La campaña tradicional de tarimas y simpatizantes copando plazas no es normal en estos días. La violencia que vive el país y los riesgos que tienen los dos candidatos presidenciales los obliga a tomar medidas de seguridad rigurosas.

El anuncio de sus visitas se da un día u horas antes, como medida preventiva. Inteligencia militar y policial están previamente en los sectores a los que acudirán para recoger información de si existen a amenazas, mientras equipos especializados revisan los lugares a los que acudirán.

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Luisa González de la Revolución Ciudadana, a partir de esta segunda vuelta, ya utiliza un chaleco antibalas. Aceptó que las Fuerzas Armadas se sumen a la policía en el trabajo de su seguridad luego de una amenaza.

Ingresa a sus actos rodeada de guardaespaldas. González reconoce que es difícil cuando intenta saludar a la gente o que sus simpatizantes se acerquen.

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Son menos las tarimas y más las reuniones con sectores gremiales en lugares que pueden ser controlados. Lo mismo sucede en el caso de Daniel Noboa, aunque el candidato de la Alianza Democrática Nacional ha realizado marchas y si ha subido a algunas tarimas. Incluso desde la primera vuelta con chaleco antibalas.

La seguridad es igual. Policía y Fuerzas Armadas coordinan para tomar todos los resguardos. Sus intervenciones no se alargan demasiado y un vehículo blindado lo espera al terminar. Todo con amplia seguridad, en los alrededores decenas de uniformados están pendientes.

Son parte de las medidas visibles que toman los candidatos presidenciales en una campaña atípica, luego del asesinato del candidato Fernando Villavicencio. La seguridad los obliga a cambiar su rutina en busca de la presidencia.