07 mar 2025 , 12:54

El Bosque de Musgo emerge en lo profundo de Imbabura y crea un paisaje único en el cañón del Pisque

Árboles centenarios, cubiertos de líquenes y musgo gris, son el hogar del oso andino y parte fundamental para la regulación del agua en la zona.

   

Hay lugares donde la naturaleza parece tejida con hilos de misterio, y el Bosque de Musgos, al oriente de Imbabura, es uno de ellos. En su cresta, unos 5 000 arrayanes, cedros y alisos están cubiertos por una espesa melena gris de musgo y líquenes.

Este bosque forma parte de un paisaje aún más vasto: el Cañón del Pisque, una grieta de 25 kilómetros de largo donde el río del mismo nombre serpentea entre paredes rocosas.

La escena parece sacada de una película mitológica: el musgo blanco brota de las ramas retorcidas y alcanza dos metros. Sobre las copas, águilas andinas, gavilanes y tángaras vigilan. Aquí hay 67 especies de aves.

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Todo este terreno, catalogado como geositio, abarca 173 kilómetros cuadrados. Se ingresa con un guía nativo, pues hay tramos del sendero de apenas metro y medio de ancho donde solo una persona puede avanzar a la vez.

13 tipos de orquídeas crecen en esta zona

En este espacio estrecho, 13 tipos de orquídeas encuentran lugar para florecer, salpicando de tonos amarillos y rojos el predominante gris musgoso.

A medida que se avanza por las pendientes, es necesario abrirse paso con cautela entre las cortinas de musgo para no dañarlas y evitar caer a los barrancos.

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Desde abajo, el sendero parece suspendido en el aire, las ramas flotan entre la niebla.

“Es una colina que tiene una hondonada al lado izquierdo y al lado derecho. Y ese musgo está situado, como llamamos aquí en la cuchilla. Según los científicos, ese musgo prolifera ahí, porque en ese sitio porque recoge los aires horizontales y lluvias de ambos lados”, contó Juan Pupiales, promotor de Conservación del Bosque de Musgos.

90 ejemplares de osos andinos visitan las zonas bajas del cañón

Dos kilómetros al norte de la parroquia San Francisco de Sigsipamba, el paisaje revela otra historia: hace dos décadas, osos andinos descendieron hasta las zonas bajas del cañón en busca de alimento. Desde entonces, unos 90 ejemplares comparten ese territorio con dantas y depredadores como pumas y tigrillos.

Para su monitoreo, en la parroquia se creó el mirador del oso andino. Es un proyecto ecoturístico que busca garantizar la conservación de esta especie, única en Sudamérica.

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De hábitos solitarios y mayormente diurnos, su dieta incluye frutas, vegetación tierna y pequeños mamíferos como guantas y armadillos.

Según Danilo Vásquez, promotor de Conservación del Oso Andino, esta especie llegó a la zona porque “Encontró en este ecosistema un lugar seguro”.

Su papel es crucial en la regulación hídrica

Aquí el aire húmedo se impregna de un aroma terroso, una fragancia inconfundible de los bosques primarios.

Este ecosistema tiene al menos mil años y estar en la zona de amortiguamiento de la Reserva Ecológica Cayambe-Coca le confiere un papel crucial en la regulación hídrica. Su vegetación actúa como una esponja natural, capturando el agua de lluvia y liberándola lentamente hacia el suelo

Este proceso da origen a un sistema subterráneo que se potencia con el agua que desciende de los páramos y resurge en el cañón en forma de cascadas.

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Una de ellas es la cascada Santa Isabel, de agua cristalina, que forma un velo de más de 30 metros, que se une a otras cuatro que emergen en el centro del bosque.

Ahí aparecen algunas áreas despejadas de vegetación convertidas en miradores naturales desde donde se puede apreciar un rico ecosistema. En menos de una hectárea crecen cerca de 100 tipos de plantas como los helechos y la guayusa de campo.

Desde hace 42 años el Bosque de Musgo fue designado área de conservación voluntaria; 300 habitantes de la zona rural de Pimampiro resguardan sus árboles centenarios y evitan la caza indiscriminada.

El Bosque Musgo es un rincón de Imbabura donde la comunidad hizo un pacto para preservar su paisaje único y místico.

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