La migración en las comunidades desde la Sierra, se hace cada vez más visible
En el cantón Colta, en la última década, 15 mil personas salieron por falta de oportunidades. Comunidades enteras están habitadas solo por adultos mayores.
El silencio es revelador en la comunidad Pardo Troje en el cantón Colta en Chimborazo. A las 15h00 solo esta adulta mayor se asoma en la vereda. Tiene 80 años y vive sola desde que sus dos hijos migraron.
Uno de sus habitantes da más detalles:
“No puedo cocinar, ni caminar, no puedo, mi casa es esa, esta es del vecino, me dijo que vea al chanchito, eso es lo que estoy haciendo”.
Cuatro casas más arriba, José cuida su sembrío de quinua, lo hace con dificultad porque tiene problemas en una de sus piernas. Vive con su esposa, porque sus hijos dejaron el campo hace algunos años para buscar oportunidades en la costa.
“Los más jóvenes están por la costa, por Santo Domingo”.
En esta comunidad hay unos 40 ancianos, la mayoría están solos, pasan sus días entre viviendas inhabitadas y cultivos abandonados que muestran, que aun así, siguen siendo productivos.
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El abandono del campo ha transformado profundamente el tejido social y las dinámicas de estas comunidades. En Colta San José, que bordea la turística laguna de Colta, pasa lo mismo. Aquí, según uno de sus habitantes, vivían hace 20 años unas 200 personas, ahora quedan 15 habitantes; en su mayoría adultos mayores.
El abandono no solo se siente por las casas vacías. También por el descuido de los servicios básicos como el alcantarillado y la infraestructura de la zona. La iglesia quedó abandona y no hay párrocos que lleguen hasta aquí. Tampoco hay niños que ocupen estos juegos; ni la escuela.
“Antes si había escuela, como ya no hay niños, en Santiago está la escuela o colegio”.
Los días en la comunidad santa Inés a unos cinco minutos son parecidos: calles vacías pobladas de ancianos que no se permiten descansar y no gozan del privilegio de una jubilación, porque si no no trabajan la tierra, no comen.
Las historias que cuentan se repiten: hijos y familiares que se fueron porque el campo ya no era una opción, y ancianos que viven solos, no descansan y ven cómo su mundo ya es lo que fue para ellos.
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