28 oct 2014 , 11:14

¿Alabar o alentar a nuestros hijos? ¿Qué es lo mejor?

Cuando alentamos, estimulamos y motivamos a nuestros niños a dar lo mejor de sí mismos.

Mucho se ha dicho de la importancia de alabar a los niños. Hemos aprendido que si deseamos que una conducta positiva se refuerce, es decir, si queremos que se repita, o, si queremos fomentar una sana autoestima, entonces tenemos que alabar o elogiar.  Negar que a los niños les gustan las alabanzas, sería una mentira, como también negar que a corto plazo funcionan. Sin embargo, poco se ha dicho de los efectos de alabar o elogiar desmedidamente, principalmente a largo plazo.  

 

Según la Teoría Adleriana y la filosofía de Disciplina Positiva, es mejor alentar, que alabar. Cuando hablamos de alentar, se hace referencia a animar, infundir aliento o esfuerzo. Cuando alentamos, estimulamos y motivamos a nuestros niños a dar lo mejor de sí mismos. 

 

 

 

 

¿Cuál es la diferencia?

 

Cuando alabamos a los niños, los invitamos a buscar la aprobación de otras personas, mientras que cuando alentamos los  llevamos a confiar en sí mismos, independientemente de lo que opinen los demás. Hay una gran diferencia entre "Qué feliz me haces cuando te portas bien" y "Seguro debes sentirte muy feliz cuando te portas bien". La primera frase lleva al niño a generar una motivación extrínseca, por ende me porto bien, solo para complacer a otros, y no porque soy capaz de reconocer lo bien que me hace sentir portarme bien.

 

Es muy común que los padres digan a sus niños que se sienten felices con su buen comportamiento, en lugar de hacer énfasis en lo bien que deben sentirse ellos. Consideremos también, qué podría pensar un niño cuando cree que la felicidad del adulto depende de su comportamiento, ¿qué pensará, entonces cuando no sea así?

 

 

 

 

Al elogiar desmedidamente, estamos educando niños que, a largo plazo se volverán inseguros y adictos a la aprobación.  Nótese otra gran diferencia, entre decir "Qué lindo quedo tu dibujo" y "Se ve que te has dedicado en tu dibujo". Con la primera frase llevamos al niño a aceptar su dibujo, solo porque a otro le agrada, mientras que con la segunda no hay un juicio de valor hacia el trabajo del niño. Los niños que preguntan por la opinión del adulto todo el tiempo, o incluso los que se justifican antes de iniciar una tarea, anticipándose con un "pero, yo no sé hacerlo bien",  hacen evidente una gran inseguridad en sus capacidades.

 

Cuando alentamos, damos importancia al proceso, mientras cuando alabamos nos enfocamos en el producto final. La alabanza busca la perfección, mientras que al alentar, se reconoce el esfuerzo. No es lo mismo decir "Bien hijo, todo 10/10, que orgulloso me haces", que, "Reconozco que te has esforzado, debes estar orgulloso de ti mismo".  Una sana autoestima, se construye reconociendo y aceptando que somos seres falibles e imperfectos. Para lograr este objetivo, debemos utilizar frases alentadoras, que comuniquen el mensaje de aceptación incondicional, y si nos enfocamos solo en el resultado final no estamos cumpliendo con este propósito. 

 

El alentar está orientado a generar una motivación intrínseca, lo que implica que el niño  actuará de la mejor manera porque le nace, porque sabe lo que le conviene, y porque sabe que es lo mejor para él. Mientras que, los elogios, solo generan una motivación extrínseca, lo que implica que lo que moviliza al niño es algo externo, como la aprobación de los otros. 

 

 

 

 

A veces suele resultar confuso, entender la diferencia entre alabar y alentar, e incluso difícil de creer que alabar no es tan recomendable, dado que es algo que se ha hecho por tanto tiempo.  Una meta sensata y realista a proponerse, podría ser la de motivar más a sus hijos con frases y acciones alentadoras. Recordemos que al dar aliento, estamos demostrando que confiamos en las capacidades de los niños, y que los aceptamos independientemente de sus errores, o debilidades. No hay nada más poderoso que un "Yo confío en ti, no importa qué".  Si mantenemos en mente que alentado estaremos educando hijos seguros de sí mismos, que confían en sus propias capacidades y poder personal, entonces seguro no vamos a olvidar hacerlo. 

 

Karina Bustamante de Huerta

Psicóloga Clínica

Psicoterapeuta TREC y TCC

Entrenadora Certificada de Disciplina Positiva para Padres y Educadores

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