¿Qué acciones están en marcha por parte de las autoridades, y qué rol cumplen los ciudadanos en su recuperación?
A simple vista, el lago San Pablo parece intacto, pero en sus orillas, y bajo la superficie, la vida se apaga lentamente. Las aguas servidas y toneladas de desechos, principalmente plásticos, amenazan con convertir a esta joya andina de Otavalo en un lago muerto.
Aunque desde el Municipio se insiste en que la situación no es tan grave, en noviembre de 2024 se activó una mesa técnica interinstitucional para atender el problema. Como prioridad, se estableció la necesidad de frenar las descargas de aguas residuales.
Como acción inmediata, el Municipio prevé la adquisición de bombas de succión para reactivar las plantas de tratamiento que actualmente están fuera de operación, mientras se define un nuevo sistema de recolección y tratamiento centralizado.
Gloria Jiménez, subdirectora gestión ambiental Otavalo, indicó:

“Al momento la municipalidad está haciendo las gestiones para la construcción, tenemos aprobados ya los términos de referencia, para un gran colector que recoja todas estas descargas de estas plantas que no han tenido el tratamiento adecuado o necesitan mejorar el tratamiento”.
Los estudios para estas dos obras costarán USD 250 mil y estarían listos en seis meses. La construcción de la infraestructura requerirá una inversión estimada de USD 10 millones y otros seis meses de ejecución. Según las proyecciones del Municipio, este sistema reduciría en un 60% la carga contaminante que llega al lago.
Y para una solución definitiva, será necesario poner en marcha el plan maestro de agua potable y saneamiento del cantón, que aún está en etapa de estudios. Esta obra tomará al menos dos años y requerirá una inversión de USD 70 millones.
Sin embargo, la recuperación del lago tomará al menos 5 años y no depende únicamente de infraestructura. Investigadores de la Universidad Central del Ecuador señalan que es clave involucrar a los habitantes de la cuenca para que tomen conciencia del impacto de prácticas como el vertido clandestino de aguas residuales o el lavado de ropa en los afluentes del lago, que es una costumbre en Otavalo.
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Solo así, dicen, podrán verse resultados sostenibles en el tiempo. Mientras tanto, las mingas comunitarias se han convertido en una de las respuestas más rápidas para mitigar el impacto de los desechos sólidos. En febrero, se retiraron más de 700 kilos de basura de las orillas del lago y esperan realizar la siguiente en mayo.
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