10 sep 2022 , 08:26

La cruzada en Quito para evitar los suicidios desde los puentes

Entre mayo y lo que va de septiembre en los puentes que están sobre los ríos Chiche y Gualo se han detenido 36 intentos de suicidio.

Sara Herrera encontró al hombre oculto entre matorrales y listo para saltar al vacío. Su intervención evitó el suicidio. Al menos dos personas intentan a la semana quitarse la vida arrojándose desde los puentes de la capital de Ecuador.

La sicóloga de 29 años integra el equipo municipal que monta guardia en el puente sobre el río Chiche, de 315 metros de largo y 130 de altura.

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Por suerte, ese día Herrera se percató de que un perro se internó entre los matorrales cerca del puente como siguiendo un rastro. En medio de una fuerte lluvia, recuerda que se encaminó hacia ese lugar y halló al sujeto que lloraba desconsolado junto a una botella de licor.

"Esta persona estaba escondida de las cámaras" del Servicio Integrado de Seguridad ECU911, relata a la AFP.

Junto a otro sicólogo, un paramédico y un agente metropolitano de control se acercaron con cautela y luego de tres horas consiguieron disuadir al hombre y llevarlo hasta una zona segura, donde le brindaron contención emocional.

Entre mayo y lo que va de septiembre en los puentes que están sobre los ríos Chiche y Gualo se han detenido 36 intentos de suicidio.

En ese mismo período dos personas se lanzaron al vacío, según la secretaría, que impulsa el programa "Somos puente de vida" para prevenir el suicidio.

Los equipos de reacción están en unas cabinas blancas que cuentan con camilla y botiquín. Recorren los puentes de extremo a extremo. En las noches, las alertas se generan desde el ECU911, que en lo que va del año reporta 300 suicidios en todo el país y 508 intentos autolíticos.

"Las estadísticas en Quito han determinado que en el puente del Chiche y el puente del río Gualo se encuentra la mayor cantidad de suicidios de precipitación", comenta a la AFP Francisco Viteri, secretario de Salud del municipio. La mayoría son hombres.

En el Chiche, mensajes anónimos también intentan persuadir a quienes se acercan. "Hoy no es un buen día, pero te prometo que mejorará", dice uno de los pequeños avisos adheridos a las estructuras de hierro.

Sin carriles peatonales, el puente vibra con fuerza al paso de camiones. La sola vista hacia la quebrada marea.

En el estado venezolano de Mérida, los puentes también están bajo vigilancia ante los frecuentes suicidios. Grupos religiosos emplean igualmente mensajes para disuadir a los potenciales suicidas.

Miedo y vergüenza

En Ecuador, con 18 millones de habitantes, la tasa de suicidios es de 6,9 por cada 100.000 personas, indicó el ministerio de Salud a la AFP. En 2021, la cartera registró 1.237 casos, en su mayoría de hombres.

La Organización Mundial de la Salud reporta que al año unas 700.000 personas se quitan la vida en todo el planeta.

Viteri precisa que en general "un 8% de las personas que toman la decisión de un suicidio optan por una precipitación de altura. La mayor parte de eventos suicidas se realizan en el entorno del hogar".

Por eso, el trabajo de los sicólogos incluye entregar información a transeúntes sobre cómo reconocer conductas de riesgo y cuándo buscar ayuda profesional.

"Existe aún el tabú sobre las enfermedades mentales y si yo sufro de ansiedad no voy a una unidad de salud porque me da vergüenza, me da miedo de lo que va a pasar. Entonces existe un subregistro en las atenciones", señala a la AFP la sicóloga Nathalie López, del programa municipal.

Lamenta que los familiares de quienes intentan suicidarse en los puentes "no quieren hacerse cargo de la persona" cuando es llevada al hospital.

De ahí que educar a las familias y comunidades sea importante, apunta Viteri, agregando que "los servicios de siquiatría y sicología del ministerio de Salud no tienen toda la capacidad operativa para responder".

Las atenciones médicas en hospitales públicos por episodios depresivos, por ejemplo, escalaron de 63.671 en 2019 a 117.054 en 2021.

Las sicólogas coinciden en que durante sus rondas en el puente se han encontrado con personas que se detienen en las pequeñas cabinas buscando alguien que las escuche.

"No siempre la gente se acerca porque quiere suicidarse, sino porque necesita hablar, necesita ser escuchada", apunta López.

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