¡Qué decepción esta reforma electoral!

En el informe de la Comisión de Justicia de la Asamblea Nacional, sobre las reformas al Código de la Democracia, los políticos del nuevo Ecuador procedieron exactamente igual a los del viejo Ecuador. Es decir, ajustaron las normas para que, en el futuro, su tienda política pueda meter más legisladores y concejales en las próximas elecciones.

Para ello tuvieron el apoyo de la Revolución Ciudadana, otra de las fuerzas hegemónicas y, de esta manera, invalidaron en un flus la lucha de sectores académicos y ciudadanos que, desde la etapa final del correísmo en 2017, han querido moldear un sistema electoral algo más decente.

El gran cambio de esta reforma es volver al método D’Hondt vigente hace más de 25 años, cuando el PSC era el partido más votado e influyente.

Ahora, su único representante visible en la Asamblea, Alfredo Serrano, se queja porque hicieron a un lado a las minorías.

Se esperaba que ADN (el noboísmo) tomara nota de lo mal que funciona el sistema político y electoral para proponer un cambio virtuoso. Eso no va a ocurrir y el país perderá la oportunidad, por ejemplo, de crear un sistema de primarias en donde participen los 20, 50 o 300 partidos que quieran llegar a la Presidencia de la República.

Mediante voto facultativo de los ciudadanos en ese evento, por citar una idea, quedarían habilitados para inscribirse en las elecciones generales las cinco o seis fuerzas con mayor respaldo, autorizándoles, además, a inscribir sus listas a la Asamblea.

De esta manera, se depuraría tanto partido y movimiento político de alquiler que está al servicio de los mafiosos, corruptos y narcotraficantes.

Nada se habla de pasar la elección de los asambleístas a segunda vuelta para evitar la fragmentación del hemiciclo o requisitos más difíciles de reunir para la creación de movimientos provinciales o locales.

Quizás un aspecto novedoso es el umbral del 5 % de votación que una fuerza política debe tener en una sola elección para no ser borrado del registro electoral.

Y la omisión que sí cabe lamentar: que en las ciudades más grandes, como Guayaquil y Quito, haya una segunda vuelta para elegir a sus alcaldes si las votaciones iniciales son marginales, llegando al municipio con apenas el 20 % de las adhesiones.

Son cambios necesarios para la salud democrática del país que pasaron desapercibidos porque, simplemente, a los políticos de hoy como los de ayer no les interesa perder privilegios ni ventajas para medrar de la política.