- La agresora recibirá clases virtuales, mientras ella y su familia reciben terapia psicológica.( )
El video espeluznante que circuló por redes sociales, donde el estudiante de un colegio capitalino agrede de manera salvaje a otra alumna en el parque Itchimbía, a vista y paciencia de sus compañeros, es una muestra del deterioro psicológico y de valores por el que atraviesa buena parte de la juventud ecuatoriana.
El gran contexto: un país embarrado de violencia hasta el tuétano y donde la cooptación de jóvenes por parte de mafias y organizaciones criminales se expande de forma geométrica.
No hay certezas de que la muchacha agresora pertenezca a una banda delincuencial , pero el grado de servicio y euforia con el que procedió durante la paliza tampoco deja dudas de que ello sea una posibilidad que se debe despejar.
En resumen: es un hecho violento, no puede quedar de lado. El Ministerio de Educación, el Municipio de Quito, la organización barrial, la Policía, las familias de este entorno tienen que exigir dos cosas: que la agresora reciba un castigo ejemplar y que en este colegio se propicie un cambio virtuoso hacia una cultura de paz y convivencia.
En las últimas horas, las autoridades educativas, municipales y de gobierno se pronunciaron. Obligarán a la alumna agresora a que reciba clases virtuales, mientras ella y su familia tienen terapia psicológica .
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La expulsión del colegio llegará cuando toda la investigación distrital corrobore lo que todos vieron en el vídeo: una golpiza espantosa.
¿Se ha procedido de manera correcta? ¿Ponerle en clases por zoom a una adolescente con una conducta de ese tipo, en lugar de suspenderla mientras concluyen las investigaciones con la prontitud que esto amerita es un castigo o un aliciente ? ¿Acaso la Policía, en el área del cuidado de menores y adolescentes infractores, no tiene nada que hacer?
Estos interrogantes pueden terminar en el desagüe de la indolencia de una burocracia carente de sentido común hasta que un nuevo video distraiga a la comunidad con otro escándalo.
Mientras tanto, qué pasará con la chica agredida . ¿Por qué es parte de este círculo violento? ¿Cómo se le reparará el trauma psicológico por haber sido atacado a puntapiés , en palabras del escritor Pablo Palacio? ¿ La seguridad de la niña está garantizada luego de que sanen sus heridas?

Y lo más desconcertante: qué lección y sanción sacarán la tarea de impávidos que estuvo ahí solo para filmar la agresión, volviéndose cómplice de un hecho tan violento como peligroso.
Es muy delicado el debate penal en el que ha caído una sociedad tan propensa al populismo como la ecuatoriana, en el sentido de que a los niños y adolescentes se los deben juzgar con penas de adultos en los delitos criminales que alimentan la violencia y el terrorismo. Quizá ahí no esté la solución de estos problemas.
Pero tampoco está en la discusión pacata y profundamente irresponsable en la que se ha caído so pena de hablar de la protección a los menores de edad, cacareando un discurso garantista que tampoco ofrece cambios.
La muchacha que violentó a su compañera mostró una conducta peligrosa, casi delictiva. ¿Expulsarla del colegio e ir a una correccional es la solución? Tal vez, pero sin perder de vista que ese barrio (y otros tantos) destruye su tejido social de manera acelerada, mientras toda la comunidad se cruza de brazos.
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