El juego pueril de un influencer español, que por cierto esconde una millonaria estrategia de monetización digital, se convirtió en un interesante laboratorio para descifrar los elementos que, por ahora, marcan la identidad del ecuatoriano. En realidad, su idiosincrasia.
Desde hace varios días, Ibai Llanos empezó a entrar en los algoritmos de nuestras redes sociales patrocinando el mundial de los desayunos. Y puso a competir al bolón ecuatoriano con un plato de Guatemala, para luego, en la riña con Perú de los cuartos de final, agregar bistec a ese potaje de plátano verde y, como no podía ser de otra manera, completar el desayuno con un encebollado.
Desde entonces, poco se comentaba en las redes de algo que no sea la competencia entre Ecuador y el sánduche de chicharrón de los peruanos. Como si este fuera un asunto de vida o muerte, los ecuatorianos se tomaron en serio la disputa, al punto de demostrar al mundo que por fin hay un elemento sobre el cual se puede sentir orgullo: la calidad de su gastronomía.
Se podría decir que los millones de personas enganchadas en las redes y las decenas de influencers exageraron en darle tanta importancia a este concurso que, por supuesto, no tiene la trascendencia de cualquier otro evento mejor organizado. ¡Ni que fuera el mundial, los juegos olímpicos, un Miss Universo o un gran premio de Literatura o ciencia!
No obstante, fue tan cómico ver a Noboa, Correa o Gutiérrez hablar del bolón o a varias marcas nacionales contagiarse de esta euforia.
Aunque este lunes, al medio día, las métricas de Ibai Llanos dieron por vencedor al plato de Perú, lo que queda para la reflexión es algo mucho más profundo que no se debe descuidar.
En realidad son dos cosas: el amor del ecuatoriano por su comida y la necesidad que tiene el país para unirse en torno a un tema o una causa que despierte orgullo y esperanza, donde todos remen en el mismo sentido.
¿Por qué no empezar, entonces, por hacer de la gastronomía nacional ese lazo de unidad? Capaz y así el turismo repunta, los mensajes hacia afuera serían mucho más amables, convirtiéndose en el antídoto frente a lo que muchos afuera dicen del Ecuador: un país violento al que no merece la pena visitar.
Este es un pueblo ávido de proyectar imágenes constructivas que le permitan sobresalir ante sus vecinos. Quizás es el experimento de Ibai Llanos dio en el clavo, porque nuestra comida es muy superior a la de cualquier otro país, incluso a la peruana
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