Lo que ocurrió ante Universidad Católica es más que un empate bochornoso: es una radiografía del momento mental de un equipo sin jerarquía.
- Jorge Célico, entrenador de Emelec, molesto tras el empate contra U. Católica en Sangolquí.( )
Por más que Emelec cambie de técnico o estrene refuerzos, el problema sigue siendo el mismo: los partidos se pierden desde adentro, cuando los jugadores se desconectan, se encogen y entregan el alma antes del pitazo final.
Lo que ocurrió ante Universidad Católica es más que un empate bochornoso: es una radiografía del momento mental de un equipo sin jerarquía para sostener una ventaja, incluso con dos hombres más.
Sí, Christian Cueva marcó su primer gol con el Bombillo —de penal— y volvió a demostrar que puede aportar desequilibrio, talento y visión ofensiva. Sí, Jorge Célico intentó cerrar el partido con cambios lógicos: velocidad por los costados y un punta fresco para liquidar.
Pero todo eso se diluye cuando los futbolistas deciden, por miedo o falta de convicción, refugiarse en su propio campo y regalarle la iniciativa a un rival que ya estaba prácticamente de rodillas.
Célico lo dijo sin rodeos tras el 1-1: "El equipo tiene miedo a ganar". Y lo peor: no es la primera vez. La misma película ya la vimos el fin de semana anterior ante Delfín. En ambos partidos, Emelec lo tenía todo para sumar de a tres, pero terminó ahogado por su propio pánico.
A estas alturas, con los nuevos refuerzos, Emelec debió haber sumado seis puntos, pero solo obtuvo dos. Y eso duele cuando el contexto es que estás peleando en la zona de descenso.
Y si un entrenador habla públicamente del "miedo" a ganar (o perder), es porque ya lo gritó en el vestuario y no le hacen caso. O porque los futbolistas, simplemente, no tienen la personalidad ni la mentalidad para sostener un resultado en primera división.
Marcelo Meli, uno de los pocos que puso la cara tras el desastre, fue igual de claro: “Me preocupa que nos tiramos atrás sin sentido”. ¿Sin sentido? No. Con miedo. Un miedo que paraliza, que contagia, que se vuelve hábito. Lo vivió antes, lo reconoce. Pero, ¿y el resto?
Hay errores tácticos, sin duda. Pero no se puede pedir milagros a un cuerpo técnico si sus dirigidos apagan el cerebro y se niegan a competir con dignidad durante los 90 minutos. Ni los rivales ni los árbitros ni la suerte: Emelec se empata solo.
Y mientras eso no cambie, da igual que Cueva haga goles, que Célico grite desde la línea o que la hinchada explote de frustración. Porque cuando un equipo tiene miedo a ganar, ya está condenado a perder.
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