Quito y sus figuras ocultas: la memoria de personajes olvidados por la gente

Existen personajes que se niegan a quedar en el olvido. Son protagonistas de la historia de la capital, pero que nadie los recuerda en la actualidad. Conozca lo que hacían y cómo vivieron.
Los exteriores del Palacio de Carondelet, en el Centro Histórico de Quito. ()
06 dic 2025 , 08:00
Diego Bravo

En las viejas calles y plazas del Centro Histórico de Quito, entre balcones que guardan siglos de secretos y recuerdos, aún resuenan los pasos de personajes que se niegan a quedar en el olvido de la comunidad. Sus historias siguen atrapadas en viejos periódicos y hemerotecas que nadie se ha atrevido a recorrer para desempolvarlas y hacerlas brillar otra vez.

En estas fiestas por los 491 años de fundación de la Carita de Dios, se los recuerda con mucho cariño. Al hablar de personajes icónicos, siempre saltan a la memoria Anita Bermeo, conocida popularmente como 'La Torera', el 'terrible' Martínez o el célebre Eliseo Sandoval que lo llamaban el 'Taita Pendejadas', quienes siempre son mencionados en notas de prensa por estas fechas o son parte del repertorio de las presentaciones artísticas en escuelas y colegios por las Fiestas de Quito.

Sin embargo, hay otros que nadie los recuerda y que son citados en las crónicas del periodista Bolívar Bravo Arauz en la prensa gráfica. Conozca a estos personajes:

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Los músicos ciegos

En el Quito de los años 20, Alfonso Correa era muy conocido porque era culto. Sabía leer y escribir en sistema braille, lo cual era una novedad en ese tiempo. Tenía varios libros en esta escritura y difundía sus conocimientos, por lo que fundó la Sociedad de Ciegos Braille. Pese a su discapacidad visual, hacía presentaciones y deleitaba en las casas de sus relaciones sociales.

La gente lo identificaba por tener un oído agudo y jamás se confundía con las personas a quienes conocía por su voz. Fue un alumno destacado del Conservatorio de Música y aprendió a tocar el violín con el renombrado escritor Enrique Terán. Era considerado un artista de la radio e iba acompañado de su hermana Imelda la mayor parte del tiempo.

También destaca Ángel Velásquez. Tocaba el arpa con mucha holgura y prestancia. La gente quedaba asombrada al verlo porque interpretaba música antigua. En las viejas crónicas se relata que era propietario de una casa en la Esquina de las Almas, entre las calles Rocafuerte e Imbabura, del histórico barrio de San Roque.

Si bien no era músico, Juan Borja se diferenció por la declamación. Ayudado por una gran memoria, aprendió muchas y selectas poesías. Recitó hermosas poemas en las radios con bastante recurrencia.

No pedía limosna. Solía pararse en el antiguo Pasaje Royal con las manos sobre el pecho. Lo mismo en la iglesia de La Concepción. La gente siempre lo ayudó con limosna. Estudió en Colegio Central Técnico donde aprendió a tejer en mimbre.

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Antiguos voceadores

Cada vez se venden menos periódicos en la ciudad, pero antiguamente se lo hacía de forma masiva. En ese contexto, a inicios del siglo XX, los primeros voceadores se distinguieron por su carisma para comercializar los diarios, principalmente en la Plaza de la Independencia, frente al Palacio de Gobierno. Uno de ellos fue Carlos Pontón, quien comenzó con el periódico La Fronda.

La gente lo identificaba como el tuerto Pontón y tenía una memoria prodigiosa, narra Bravo Aráuz. Lo imitaron los nuevos voceadores que eran los hermanos Troncoso, Vidal Viteri y Manuel Rodríguez, quienes también ganaron su espacio de reconocimiento.

Otro célebre vendedor de periódicos y loterías fue Fernando Gijón. Nació en Quito, en 1888. En 1910, montó su puesto en el arco del Portal Arzobispal. Lo detuvieron en varias ocasiones por vender periódicos de oposición al Gobierno.

Es conocido que en los primeros años del siglo XX, en la capital, hubo una trilogía de voceadores que se situaron en la Plaza Grande. En una de las tres esquinas estaba Benjamín Cubero, en la esquina de La Concepción, junto al puesto de venta de almacén de Don Enrique Woolson.

Expendía periódicos, revistas, cigarrillos y fósforos. Salió de su puesto de trabajo con la remodelación que se hizo para levantar el Hotel Majestic. En 1915, un hermano de Cubero, con Manuel Vásconez, Eloy Erazo y Juan Recalde -precisa Bravo en sus crónicas- iniciaron el trabajo de betunería en una en una de las tiendas ubicadas en los bajos del Palacio de Carondelet y fundaron la Sociedad de Betuneros de Pichincha. Luego ocuparon los arcos de los portales.

Benjamín Cubero fue galardonado por el Concejo Municipal de Quito.

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Los Petitos, músicos olvidados de Quito

Los músicos quiteños Los Petitos eran admirados y respetados. Siempre vestían de negro -cuenta Bolívar Bravo- porque todo el tiempo guardaban el luto por la muerte de su madre. "En las cafeterías, pedían solo café negro, porque estaban de luto. Y por eso llevaban hasta las uñas con cintas negras".

Su vivienda se ubicaba en la calle Guayaquil junto a la antigua Casa López, intersección con la Espejo. Tenían una propiedad en Guápulo, a donde pasaban las vacaciones. Eran conocidos por tener etiqueta social y distinción.

El hermano mayor de los Petitos se llamaba Reinaldo Suárez Córdova. Vestía leva chaqueta con leontina y reloj de bolsillo. Zapatos de charol, chaleco y pantalón de fantasía. El menor se ponía constantemente sombrero negro de fieltro y en esto se distinguía de su hermano mayor. Siempre llevaban sombrero y bastón. Los cuellos, la pechera y los puños siempre tiesos, bien almidonados. El menor usaba zapatos de resorte, sin bastón.

Los Petitos tocaron en la inauguración del monumento al Libertador Simón Bolívar, en 1934. Reinaldo dirigió el conjunto coral para el Himno de la Sociedad, con Carlos Ibarra, Dr. Francisco Chiriboga Bustamante y Emilio García Silva.

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