31 mar 2024 , 15:00

Quito: las cruces de la muerte enlutan a la avenida Simón Bolívar

A lo largo de esa vía, en la que circulan cerca de 90 000 vehículos al día, hay más de 30 cruces de personas fallecidas. Entre 2021 y febrero de este año -según los reportes de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT)- se dieron 777 accidentes que dejaron 79 fallecidos.

Las cruces están clavadas en las aceras, al borde de las cunetas o en el parterre central de la Simón Bolívar, una avenida de 55 kilómetros de longitud que se ubica al oriente de Quito y es considerada como la más peligrosa del país por sus altos índices de siniestralidad. La mayoría de ellas es de cemento y se encuentran desgastadas por el viento, el paso del tiempo, las altas temperaturas y las lluvias. En algunas, las letras con los nombres de los fallecidos son casi imperceptibles y están rodeadas de maleza o basura.

Miden entre 30 y 40 centímetros de alto. Pasan desapercibidas por los ocupantes y conductores de los 90 000 vehículos que circulan diariamente por allí. Las ignoran y desconocen que estas son el reflejo de la realidad que se vive en esa vía. Entre 2021 y febrero de este año -según los reportes de la Agencia Nacional de Tránsito (ANT)- se dieron 777 eventos que dejaron 79 fallecidos y 517 heridos (ver cuadro de abajo).

En otros puntos de la avenida, las cruces son de madera, cerámica o metal. Se las puede ver al movilizarse despacio en vehículo, a no menos de 40 kilómetros por hora. Pese a ello es difícil hacerlo, en algunos tramos de la ruta, porque estas han sido cubiertas por matorrales o se confunden con ramas secas o toda clase de desperdicios.

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¿Sabías que?
La av. Simón Bolívar es un eje clave de conexión entre el sur y norte del Distrito Metropolitano de Quito. Va desde el sector de la curva de Santa Rosa, en el sur, hasta el norte en el redondel que conecta con la avenida Mango Inga, a la altura de Pomasqui, para llegar a la Mitad del Mundo.
Junto a la intersección con la autopista General Rumiñahui, en el intercambiador.
Junto a la intersección con la autopista General Rumiñahui, en el intercambiador. ( )

La gente que construyó sus casas junto a la Simón Bolívar conoce las historias de los fallecidos y afirma que es una pesadilla escuchar cómo los autos circulan en alta velocidad, frenan a raya y golpean a los peatones cuando caminan por la vía. Janeth Andrade, de 56 años, vive en el sector de Conde 4 y todos los días camina por el borde de la avenida para dirigirse a su trabajo. Allí hay dos cruces, una de metal y otra de madera. “Una es de un chico que fue atropellado, hace siete años. La de más abajo corresponde a una mujer que también fue arrollada mientras se iba a laborar en el reciclaje y conseguir hierba para los cuyes; nunca se supo quién la mató. Solo en este punto han perdido la vida como 20 personas de la misma manera”.

La mujer de baja estatura, cabello negro y tez trigueña cuenta que antes había una cruz, pero ya no se encuentra porque en su lugar se comenzó a construir las bases de concreto del puente peatonal. Otras se perdieron entre la vegetación.

A tres minutos de ese punto, a pocos metros del acceso al Parque Metropolitano del Sur, se ubica la bicicleta blanca que fue colocada para recordar a Nicole Paredes, de 16 años, quien murió el 1 de septiembre del 2007. La adolescente pedaleaba en su bici y un auto que circulaba a 140 kilómetros por hora la impactó en la parte posterior. La levantó 10 metros y arrastró.

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Tras ese hecho, en honor a su memoria, sus padres fundaron la organización Cavat que brinda asistencia a las víctimas de siniestros viales. Su vocero es Patricio Sánchez y señaló a Ecuavisa.com que el exceso de velocidad es la principal causa de los incidentes. A su criterio, una de las soluciones para frenar la problemática es que se declare como zonas urbanas a algunos tramos de la Simón Bolívar en donde hay barrios y alto flujo de peatones.

Con esto, la circulación máxima se reduciría a 50 kilómetros por hora. Por ejemplo, esos tramos serían la zona de La Argelia y su mirador, La Forestal, la Loma de Puengasí, San José de Monjas, el Tambo del Inca. De igual forma entre los redondeles de Gualo y Zámbiza, la bajada hacia el puente de Guápulo y el sector de la curva con dirección a Miravalle, más arriba de Perla Quiteña.

Para Rubén Morales, experto en movilidad, la velocidad máxima debería ser de 80 kilómetros por hora en toda la avenida. También se requiere mejorar la señalización y el asfalto que es de baja calidad. También se debería pensar en la alternativa de restringir la circulación, en horas pico, a los vehículos pesados que cargan materiales y toda clase de mercaderías. El objetivo es evitar casos como el de la concretera que se impactó contra tres automotores livianos y tres personas murieron, en octubre del año pasado, cerca del puente de Guápulo.

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Las ciudades deben empezar a pensarse y planificarse desde el cuidado. Reducir la velocidad en la Simón Bolivar sería una muestra de que Quito piensa en las víctimas y en su población más vulnerables.

Patricio Sánchez, de la fundación Cavat

Por ese accidente no se colocaron cruces. Sin embargo, a lo largo de 55 kilómetros de longitud de la vía, hay más de 30, desde Pomasqui hasta Santa Rosa. Solo en la intersección de la Simón Bolívar y Gonzalo Pérez Bustamante se encuentran cuatro. Más adelante otras cinco. Quienes caminan en esos sectores cuentan que los peatones son imprudentes. No utilizan los puentes peatonales.

Ernesto Quille tiene una vulcanizadora a la altura del barrio Tambo del Inca. Cuenta que todas las cruces de ese sector corresponden a personas que murieron atropelladas. "Una vez, dos vecinitos apostaron a que quien cruza más rápido la vía, si el que va por el puente peatonal o el que camina por abajo. El Segundo fue atropellado por un vehículo".

Fausto Toapanta comercializa sandías más arriba del acceso a la escombrera de El Troje. Siente miedo al trabajar porque los carros pasan muy rápido. En una ocasión, el chofer de un tráiler se durmió y chocó contra el puesto de frutas que tenía otra comerciante.

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Mira las cruces con respeto y se santigua al verlas, pero no tiene otro sitio para desarrollar su actividad económica. "Los accidentes son gravísimos, pero así nos toca trabajar y pidiendo a Dios que nos cuide y proteja. Es muy frecuente que a los conductores les venza el cansancio y pierden el control de sus automotores".

Otro sitio en donde hay cuatro cruces se ubica en La Argelia y su mirador y La Forestal. Orlando Suntaxi tiene su taller mecánico allí desde hace más de 20 años. Narra que un amigo suyo, agente de tránsito, murió mientras iba en su motocicleta. Circulaba en su carril y fue impactado por un vehículo. Salió despedido varios metros. Cada vez que sale a la puerta de su local, mira la cruz y lo recuerda.

Dos kilómetros más abajo está San José de Monjas. En una de las curvas más prolongadas de ese sector se encuentra una cruz que fue aplastada en un choque. De hecho, las piezas y plásticos rotos del automotor continuaban allí hasta la mañana del pasado miércoles. La gente camina junto a ella con indiferencia y afirma que más de cinco choques se han dado en ese punto en los últimos años.

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Esa realidad se vive en medio de los intentos del Municipio de Quito de frenar la siniestralidad. De hecho, hasta el pasado viernes, la Agencia Metropolitana de Tránsito (AMT) destacó que llevaban 19 días sin fallecidos.

Se implementaron estrategias para frenar la problemática. Una es un sistema para reducir la velocidad en rutas críticas, con el llamado 50km/h es la clave, que permite una movilidad constante en esa vía. Se trata de un dispositivo preventivo de siniestralidad que se ejecuta con patrulleros y motos que avanzan a esa velocidad. Con ello se consigue que los carros se desplacen de forma segura.

Sin embargo, quienes viven junto a la vía afirman que esas soluciones son momentáneas porque siguen dándose choques, volcamientos y arrollamientos en los que personas pierden la vida. Lo único que queda de ellas son las cruces para recordarlas y que se pierden con el paso del tiempo...

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