Prevención emocional en niños: una urgencia que crece en Ecuador

La preocupación por el bienestar emocional de los niños dejó de ser un tema secundario en los hogares. Cada vez se reportan más casos de menores con dificultades emocionales o de aprendizaje que pasan desapercibidas durante años, afectando su autoestima, desempeño académico y capacidad para relacionarse.

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El problema no es menor. La Organización Mundial de la Salud estima que entre el 10 % y el 20 % de niños y adolescentes en el mundo presenta algún trastorno de salud mental, y la mitad surge antes de los 14 años. En la región, la exposición a disciplina violenta continúa siendo una realidad: dos de cada tres niños entre uno y 14 años experimenta métodos de corrección agresivos dentro del hogar, un factor que incrementa los riesgos emocionales cuando no existe una red de contención.

Los hallazgos en Ecuador también revelan contrastes importantes. Una encuesta nacional realizada en 2023 a más de 240 000 niños y adolescentes determinó que, si bien el 76 % se considera feliz, el 12 % afirma sentirse estresado, el 6 % cansado y el 2 % triste. Aunque la mayoría manifiesta bienestar, los porcentajes restantes representan a miles de menores que enfrentan emociones difíciles sin recibir atención.

Especialistas explican que la etapa infantil es decisiva, el cerebro aún está en desarrollo y responde mejor a intervenciones oportunas. Cuando señales como retraimiento, irritabilidad, alteraciones del sueño o dificultades de concentración no se identifican, estas emociones pueden trasladarse a la adolescencia e incluso a la vida adulta.

La prevención, coinciden los expertos, ofrece un camino claro. Con evaluaciones periódicas, orientación familiar y acompañamiento escolar, es posible detectar a tiempo condiciones como dislexia, TDAH, ansiedad infantil o indicios de depresión. Una intervención temprana no solo evita que estos cuadros empeoren, sino que fortalece la autoestima y las habilidades sociales.

La participación de los adultos, padres y cuidadores cumplen un rol determinante en el bienestar emocional de sus hijos. Observar cambios bruscos de conducta, abrir espacios de diálogo sin juicios y acudir a profesionales ante cualquier duda son acciones que pueden cambiar el rumbo de un niño.

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La realidad emocional de la niñez ecuatoriana refleja un escenario de contrastes. Aunque muchos menores expresan sentirse felices, una parte significativa enfrenta estrés, cansancio o tristeza sin contarlo. Frente a este panorama, hogares, escuelas y profesionales deben convertirse en una red activa de prevención y acompañamiento.