El autor de libros de espiritualidad dará en Guayaquil su conferencia Vivir sin miedo.
-
Julio Bevione nació en Argentina y actualmente está radicado en Miami, Estados Unidos. Foto referencial / buenavida.pr
En plena vigencia letal del COVID-19, esa pandemia que ha masacrado al mundo, ¿podemos vivir sin miedo? Se lo preguntamos al argentino Julio Bevione, reconocido coach y autor de libros de espiritualidad. Y él responde desde Miami, vía Zoom, para ecuavisa.com que “la realidad debería ser: aprendamos a convivir con los miedos. Los miedos siempre van a estar”.
Y lo explica: “Si yo solamente me quedo con que se han muerto personas, lo más probable es que no quiera salir más de mi casa. Si yo entiendo que han muerto personas, yo puedo tener precaución al salir de mi casa. La primera es una actitud que implica detenerse y obedecer a los miedos. La segunda, entender de que hay una situación que puedo atender y no detenerme ante eso, sino animarme a hacerlo diferente”.
Por eso, destaca, convivir con los miedos requiere un poco de conciencia. Hay que analizar, dice, que los miedos son eso, no están basados en realidades. “Son las formas en que nosotros procesamos esa realidad. Generalmente, toda esa especulación negativa que hacemos es el miedo y la especulación es nuestra, el especulador somos nosotros”.
“Desde la razón, los miedos todos tienen certeza, desde una conciencia un poquito más profunda, donde hay un discernimiento mucho más profundo, los miedos y las razones pertenecen a una parte de nuestro cerebro que nos habla de realidades que nosotros estamos aceptando como verdad, que no necesariamente son así”, comenta Bevione, quien dará el jueves 19 de noviembre la conferencia Vivir sin miedo, en el Centro de Convenciones de la Universidad Espíritu Santo.
El buscarse a sí mismo, de acuerdo a tu criterio, ¿es la solución, la panacea a todos nuestros problemas? ¿O necesitamos abarcar también otros aspectos: terapias, medicina, etc.?
“Ambas cosas son ciertas. Todo debe ser integrado, pero la finalidad es contigo. Si tú vas al médico, a esperar que el médico te sane, el médico te va a dar la mejor medicina, pero hasta que tú no hagas tu parte y veas qué te ha llevado a estar enfermo, no lo vas a cambiar. Si tú vas a un terapeuta pensando que el solo hecho de ir, algo va a modificarse, ya sabemos que no es así. Entonces, lo podemos hacer con la medicina, lo podemos hacer con un terapeuta, lo podemos hacer con un libro, con nosotros mismos, pero lo importante es que el trabajo esté basado en nuestra propia responsabilidad de transformación”.
“Mientras eso esté claro, no importa si elegimos un camino religioso, místico o el del ateísmo, porque hay personas que dicen que son ateas, pero son personas con valores muy profundos, son solidarias. Entonces, ahí podés ver también que su vida tiene una trascendencia, aunque no tienen estas características tradicionales de lo religioso. Así es que no importa el camino que elijamos, pero sí es importante hacernos cargo. Si yo quiero limpiar mi casa, no puedo limpiarla la casa de otra persona ni irme a la calle, tengo que estar en mi casa. Lo mismo pasa con nosotros, si yo no me atiendo a mí, no atiendo mis necesidades, no atiendo mis conflictos internos y no me ordeno, yo no puedo tener un logro”.
¿Cuánto tiempo necesita la persona para encontrar su propósito en la vida? ¿Es una tarea de largo aliento?
“Es tan largo como queramos, depende de cuán desatentos estemos o cuán atentos estemos. Hay personas que se realizan a partir de un gran acelerador de tiempo, sería un conflicto o una pérdida. Hay personas que ante un conflicto se dan cuenta, a partir de ese momento, un accidente, algo que les ayudó a detenerse y mirar. Hay otros que les toma toda la vida. Pero eso pertenece a nuestra voluntad”.
“Hay personas que tienen el fuego de esa pregunta y no se quedan con la primera respuesta y buscan sentir que han encontrado su propósito de vida. Esas personas tienen tendencia a acelerar procesos porque no se quedan. Si yo quiero ir hacia adelante y vienes tú y te cruzas en medio y me dices no puedes ir, yo te voy a decir ‘gracias por tu opinión, pero yo voy a seguir de todas maneras’. Cuando tenemos esa convicción de encontrar nuestro propósito de vida, las cosas obran a favor. Si queremos distraernos, como pasa con la gran parte del mundo, encontraremos siempre algo con qué distraernos, aunque sea muy intelectual, muy útil, pero puede ser una gran distracción”.
¿Crees que este tipo de conocimientos, este tipo de mensajes esperanzadores, uno debería recibirlos y aprenderlos desde niños, quizá a la par de los conocimientos de matemáticas, de ciencias, etc.?
“Claro. De hecho, la gran demora que tenemos es que la educación nos ha alejado de nuestra esencia. Le invertimos demasiado tiempo al análisis, a la comprensión, a lo mental, intelectual y somos premiados por eso. Ni siquiera voy a decir espiritual, ni siquiera emocional; es decir, no sabemos lidiar con las emociones. Si tenemos un problema de matemáticas, sabemos resolverlo, pero si tenemos una angustia, no sabemos de qué se trata y la ignoramos porque no sabemos qué hacer con ella”.
“Yo creo que sí, debería ser parte de nuestra educación, pero aquí viene el dilema: ¿cuándo? Los sistemas van a demorar en cambiar. Los primeros que podemos empezar a cambiar eso somos los padres o quienes estemos a cargo de los niños. Empezar a incluir esto en la conversación de ‘¿mi amor, ¿cómo te sientes?’. Empezar a validar las emociones que tienen, no catalogarlas como buenas y malas, sino preguntarle cómo se siente y en base a eso acompañarlo a que se sienta como se siente”.
"Muchos de nosotros no nos animamos a decir estoy triste porque nuestra cultura se ve mal. Entonces, desde niños aprendemos a esconder la tristeza para que no se note o el enojo. Los padres son los primeros que pueden tener esa función. Educarse hoy en día para un papá dentro de esos parámetros es más simple; hay mucha bibliografía, muchos grupos, mucho material de internet si quieren empezar a averiguar”.
¿Qué mensaje le das a las personas que actualmente pasan momentos durísimos por la pandemia de coronavirus?
“Por nada ni nadie negociemos nuestra paz. Esto ha sido para mí eje de mi vida y te diría que de todo lo que he aprendido es lo que más me ha dejado resultados. Cuando negociamos nuestra paz, nos perdemos. No solamente llegaremos a discutir, enfermarnos, a hacer malos negocios, lo que sea. Nos perdemos lo más importante que es disfrutar la vida. Una persona que no está en paz se pierde de disfrutar la vida, esté comiendo la mejor comida, no la puede disfrutar”.
“Como la paz está en nosotros y es nuestra decisión tenerla o no, cuidemos de no negociarla. Cuidemos las guerras en las que queremos meternos. No entreguemos la paz porque sí. A veces, querer defender una razón y perder la paz, más que una ganancia es una pérdida. Y porque no somos conscientes de todo lo que pasa una vez que perdemos la paz. Por nada ni nadie negociemos la paz. Es algo que suena casi imposible, pero empecemos a hacerlo. Aunque sea una hora por día, en esta hora no voy a negociar mi paz. Y nos va a encantar tanto que seguramente el próximo día vamos a hacer más”.
Bevione, la curiosidad y la experiencia
Julio Bevione, quien nació en 1972 en Córdoba, Argentina, recalca que la curiosidad fue el pistoletazo inicial de su carrera. “La curiosidad, a lo largo de mi vida, me llevó a los juegos un poco más profundos, más de adultos. Luego, me llevó a leer a partir de los 13-14 años bibliografía que no era normal para mi edad. Luego lo más cercano fue estudiar comunicación social para una persona curiosa. Todo esto siempre siendo como insuficiente. Cuando llegué a Estados Unidos encontré una vertiente de la psicología espiritual y me metí por allí con grupos”.
Esa formación lo llevó a que a los 25 años de edad se parara frente a un grupo y comparta lo que sentía que era la espiritualidad. “A partir de allí se generó un movimiento, estas personas empezaron a crecer y eso generó que me pidieran un retiro. Siempre digo que si alguien te pide algo es porque confía en que lo puedes hacer. Lo hice y de allí salió otro camino y apareció un libro y bueno, se fue armando”.
Entre todo esto, hay un aspecto que Bevione destaca: “Fue dejarme llevar, no ha sido racional. Nunca pensé ni diseñé dedicarme a esto y tampoco sé cómo siguen los próximos años. En esto he estado hace ya 20 años, pero no sé qué sigue. Es un poco más creer en el viento a favor que tiene la vida para ti que en tratar de dominar el barco, dejarse llevar”.
“Hoy me encuentro con muchos sacerdotes, psicólogos, psiquiatras que vienen a mi conferencia y me dicen ‘a partir de tu trabajo, encontramos algo más que en los libros no estaban’. Hay un lugar mucho más intuitivo, producto de una reflexión más profunda que hace que lleguemos a otro tipo de conclusiones, siempre diciendo que estas son conclusiones desde mi punto de vista. Estas no son verdades terminadas”, remata.
Recomendadas