29 nov 2020 , 01:30

Tatuajes: todos los cuidados que debes de tener

Una artista tatuadora explica qué tomar en cuenta si queremos hacernos uno o ya lo tenemos

Es una costumbre milenaria, una de las primeras. Usada en diferentes culturas, luego de que en Occidente fue castigada durante la Edad Media y Moderna, tiempos en los que mandaba la Iglesia católica, y era aceptada solamente en los caballeros cruzados (guerreros cristianos) para que los puedan reconocer en caso de muerte en alguna batalla, finalmente los tatuajes volvieron a ser permitidos.

 

1991. En un glaciar situado en la frontera entre Austria e Italia hallan un cazador neolítico (periodo prehistórico en el que surgieron la agricultura y ganadería) congelado desde hace aproximadamente 5.300 años, a quien terminan llamando Ötzi. Él tenía espalda y rodillas tatuadas. 

 

2020. Postrimerías. En Guayaquil, Estefanía Antúnez, 31 años, un tattoo en su cuerpo, cuenta: “Yo escucho todos los días, tatúo doctores, abogados, me cuentan que sobre todo los pacientes que ya son personas mayores, a veces ni siquiera quieren que los atiendan, estando enfermos, solo porque tienen tatuajes”.

“Es más que todo el prejuicio de las personas que crecieron con el estereotipo de que el tatuaje es malo y que hoy en día obviamente ya son mayores y es complicado cambiarles la idea de la cabeza, pero sí siento que ha habido un cambio muy grande en cuanto a la aceptación de los tatuajes. Ya la gente sabe que cualquier persona puede tener tatuajes y eso no te hace ni más ni menos que nadie”, remata la artista tatuadora, vía Zoom para ecuavisa.com, cuando le preguntamos cuánto ha cambiado hasta nuestros días la percepción del ser humano frente estos dibujos en la piel.

 

 

El tránsito hacia ese cambio cruza también por el tipo de imágenes que pueden llegar a pedir los clientes. Era junio de este año muy extraño y al estudio privado de Estefanía arribó un chico con un pedido muy particular. “Él es chef y me pidió una rama de cilantro (ríe) que empezaba por atrás del cuello, pasaba por detrás de la oreja hasta la cabeza y terminaba en la cara (vuelve a reírse). De hecho, me contaba que su hermana tiene tatuada un racimo de verde, también es chef. Hay muchas personas creativas que vienen con ideas interesantes, pero creo que ese se llevaría el premio”, recuerda.

 

¡Cuidado con el sol, cuidado con el alcohol! 

 

Lejos de la parte anecdótica y entrando en materia de cuidados, para comenzar, Estefanía recalca que hay 2 cosas que son prioridad: la primera, “ir a un lugar profesional, con un tatuador profesional, esos les garantiza que este tatuador o el estudio que elija cumpla con todas las medidas de bioseguridad”. 

 

La segunda es “buscar a un especialista del estilo que ellos se quieren hacer. Por ejemplo, alguien se quiere hacer un tatuaje tradicional, investigar qué tatuador se especializa en eso y buscar a un profesional que le garantice que le va a quedar un buen trabajo y que su salud no va a estar en riesgo”. 

 

Recuerda que si bien un tatuaje se ve lindo e inofensivo, sigue siendo una herida superficial. “Hay que lavarlo con jabones que sean de pH neutro, no antibacteriales porque eso reseca la piel y eso no se quiere”. También usar cremas especiales o aceite de coco. 

 

¿Y qué cosas no se deben hacer? Estefanía precisa: “Por nada del mundo exponerlo al sol, meterse en una piscina, ir al mar, beber alcohol en exceso”. 

 

“El alcohol destruye los tatuajes. El peor enemigo del tatuaje siempre va a ser el sol porque este no solo te afecta durante el proceso de cicatrización, sino que te afecta a lo largo de la vida porque obviamente el sol quema la piel y hace que el proceso de deterioro del tatuaje vaya avanzando más rápido de lo que debería”, explica. 

 

El proceso de cicatrización puede durar desde una semana hasta 2 o 3 meses, dependiendo del tipo de piel de cada persona. “Uno va poder ver cómo quedó el tatuaje en realidad, una vez que esté completamente cicatrizado. El tiempo puede variar dependiendo también del tamaño: mientras más grandes, líneas más gruesas, colores rellenos, intensos, demora un poco más que un tatuaje pequeño, lineal”.

 

“Un Miyagi, un Yoda”

 

Si hablamos de algo elemental para un tatuador, eso es, obviamente, saber dibujar, “ya sea que lo hayas aprendido empíricamente, que lo hayas aprendido en línea, que hayas ido a Bellas Artes de acá”.

 

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Un buen guía es muy importante. Estefanía lo explica mejor: “Sé que hay escuelas de tatuajes que te enseñan, pero creo que siempre lo ideal, y es como yo lo aprendí, que si quieres ser tatuador, aprender en un estudio profesional, más o menos como “Karate Kid”, tener un Miyagi, tener un Yoda, que te oriente, que te explique, que te diga todo lo que tengas que saber porque no solo es saber dibujar o saber tatuar, sino también tener conocimientos súper amplios y súper claros de los procesos de bioseguridad que hay que tener. Todas las cosas que son desechables tienen que botarse en un tacho de un color específico, con una funda específica. El tema de las agujas, jamás reciclar; lo único que no se bota en un estudio es la máquina y la fuente con la que prendes la máquina”. 

 

 

 

Antes de dibujarse otro destino, Estefanía era directora de arte en una agencia de publicidad. Pero hay veces que la vida no sigue esas líneas rectas de algunos tatuajes: “Fue súper gracioso porque nunca estuvo en mis planes ser tatuadora. Yo siempre tuve planeado ser artista y cuando decidí tomarme un año sabático de mi trabajo para impulsar mi carrera artística, pensé que no lo iba a lograr porque acá todavía es un poco complejo el tema del arte valorado. Dije ‘bueno, lo voy a hacer’ y decidí iniciar una carrera como ilustradora. De ahí, las personas empezaron a escribirme por Instagram que se querían tatuar conmigo y obviamente yo no tatuaba. Dije ‘yo no me voy a comprar una máquina y empezar a tatuar a la gente como loca porque no lo sé hacer, pero puedo hacer los diseños para que esas personas se vayan con un artista’”.

 

Entonces, ese mismo destino que delineaba Estefanía en el párrafo anterior estaba a punto de convertirse en el tattoo perfecto de su vida. Solo le hacía falta el último toque: “A la final, uno de mis diseños llegó a un estudio y les gustó mi trabajo, nos pusimos en contacto y empecé como aprendiz. Ahí descubrí que es súper loca la vida, cómo te pone en situaciones y en lugares para que estés en lo que realmente quieres estar. Voy a cumplir 4 años y en realidad amo tatuar, me encanta. Me di cuenta que esto es lo que me hace feliz y ha sido una experiencia maravillosa hasta el día de hoy y creo que va a seguir siendo”. 

 

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