16 may 2025 , 09:45

El astronauta que pasó 220 días en el espacio regresa con imágenes espectaculares

El veterano de la NASA pasó 220 días en la Estación Espacial Internacional, donde documentó fenómenos como auroras, galaxias y relámpagos desde la órbita.

   

Don Pettit, el astronauta de la NASA, regresó a la Tierra el pasado 20 de abril, justo el día en que celebraba su cumpleaños número 70. Así concluyó su cuarta misión espacial, tras pasar 220 días en la Estación Espacial Internacional (EEI).

Durante su estancia en órbita, Pettit no solo realizó experimentos científicos y rutinas de ejercicio para preservar su salud, sino que también se dedicó a una de sus pasiones más llamativas: la fotografía espacial.

Quería darles a los habitantes de la Tierra un vistazo al espacio a través de mis imágenes”, comentó Pettit en una rueda de prensa tras su regreso. Y lo logró: capturó auroras, galaxias, relámpagos y hasta el reflejo del sol sobre el mar Mediterráneo con técnicas innovadoras, algunas desarrolladas por él mismo.

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Don Pettit
Don Pettit ( )

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Entre sus logros más sorprendentes se encuentra el uso de un rastreador sideral casero para estabilizar la cámara frente al constante movimiento de la estación, que viaja a 28 mil kilómetros por hora. Con él, Pettit pudo registrar la Vía Láctea, las Nubes de Magallanes, y hasta el destello de relámpagos sobre la cuenca del Amazonas con asombroso detalle.

A veces usaba hasta cinco cámaras simultáneamente desde el módulo cúpula de la EEI, donde siete ventanas ofrecen vistas únicas de la Tierra y el cosmos. Algunas de sus fotos muestran líneas de luz causadas por barcos pesqueros, incendios forestales o satélites cruzando el cielo.

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Pero Pettit no se limitó a observar: también experimentó con agua en microgravedad, disolvió antiácidos en esferas flotantes y congeló obleas de hielo a -60 °C solo por el gusto de explorar lo que la gravedad en la Tierra no permite.

Su trabajo ha sido descrito como una fusión entre arte y ciencia, y sus imágenes son prueba de que incluso a 400 kilómetros de altura, el ojo humano sigue siendo una de las herramientas más poderosas para explorar el universo.

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