El Estado Islámico y grupos afines intensifican el terror en el país, incendiando aldeas cristianas y asesinando a líderes religiosos.
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Asesinatos a Cristianos en medio oriente incluye a hombres, mujeres y niños( )
La persecución contra las minorías religiosas en Siria, principalmente cristianos y alauitas, alcanza niveles de horror, a pesar del cambio de régimen y el apoyo financiero de la Comisión Europea. El Estado Islámico (ISIS) y milicias islamistas siembran el terror con denuncias de incendios provocados en el Valle de los Cristianos (Wadi al-Nasara), obligando a cientos de familias a huir. Esta escalada de violencia reduce drásticamente las comunidades históricas de más de dos millones de cristianos que habitaron la región, hoy apenas quedan unos 300,000, un éxodo que un sobreviviente resumió con angustia: «No sabemos adónde huir; mi familia ya tiene las maletas hechas porque nos están masacrando».
La brutalidad de los ataques se hizo evidente sobre todo en julio, particularmente en la provincia de Sweida, donde comandos armados masacraron a civiles de las comunidades drusa y cristiana. Las milicias no solo asesinaron a líderes religiosos y más de veinte familiares del pastor evangélico Khaled Mazir, sino que también incendiaron iglesias, como la greco-melquita de San Miguel. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, más de 600 drusos fueron masacrados en la misma provincia. Paralelamente, organizaciones humanitarias denuncian que células ligadas al ISIS han asesinado a cerca de mil personas de minorías religiosas en colaboración con fuerzas militares sirias.
El informe de la Comisión de Investigación de la ONU sobre Siria corrobora la magnitud de la crisis humanitaria, documentando más de 1,400 muertes de civiles desde marzo de este año, en un contexto de saqueos, torturas y desplazamientos forzados. Entre las víctimas se cuentan decenas de mujeres, y la ONU registra desapariciones forzadas de mujeres y niñas alauitas. Estos crímenes se enmarcan en una impunidad alarmante, como la que permitió el atentado suicida del 22 de junio en la iglesia de Mar Elías, a las afueras de Damasco, dejando una treintena de víctimas, incluidos niños.
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Desde el ámbito eclesiástico, el arzobispo Mourad, de Homs, alzó la voz, advirtiendo que Siria está al borde de su disolución y denunciando que el nuevo Gobierno de transición, dirigido por Ahmed al Sharaa, es responsable de las masacres de la minoría alauita, que muestran "signos de genocidio". Mourad, sobreviviente de un secuestro del ISIS, criticó la brecha entre la retórica oficial del nuevo régimen y la cruda realidad sobre el terreno, señalando que las cárceles han vuelto a llenarse de alauitas sin derecho a defensa y sujetos a "ajustes de cuentas prematuros".
Ante el panorama de masacres y el inaudito silencio de la comunidad internacional, el doctor M. Zuhdi Jasser instó a Occidente a tomar medidas concretas más allá de la condena simbólica. El reclamo es claro: investigar seriamente las matanzas, exigir responsabilidades al nuevo gobierno sirio y cesar el reconocimiento a cualquier régimen que tolere crímenes contra minorías. La comunidad pide urgentemente el apoyo de Naciones Unidas y advierte que, si no hay una respuesta política internacional, el país se enfrentará a una disolución total y el borrado de sus comunidades históricas.
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