18 abr 2014 , 10:47

Religiosidad, turismo y gastronomía se conjugan en Semana Santa

   

Un recuento de las costumbres más tradicionales de los ecuatorianos en este Viernes Santo.

Procesiones en distintas ciudades y diversos actos religiosos caracterizan la Semana Santa ecuatoriana, condimentada en lo gastronómico por la fanesca, un portentoso plato que pone fin a la abstinencia cuaresmal.

 

El Viernes Santo, miles de personas acompañan las procesiones con rezos y cánticos mientras se lanzan pétalos al paso de las imágenes religiosas, algunas de ellas muy pesadas, cargadas a hombros por fieles que, en unos casos, cumplen así penitencias y en otros agradecen algún favor que sienten provino del cielo.

 

No es extraño que los participantes en las procesiones protagonicen escenas de auto flagelación y "sacrificios" como caminar descalzos largos trechos, recorrer trayectos de rodillas o cargar cactus atados a sus espaldas desnudas.

 

La procesión "Jesús del Gran Poder", en Quito, y la del "Cristo del Consuelo", en Guayaquil, son las más concurridas en Ecuador, aunque las peregrinaciones con esculturas religiosas se repiten en distintos rincones del país e, incluso, se extienden al mar.

 

Ello porque también es la época de la ceremonia especial del "Lavado de la Santa Cruz", que ocurre en las aguas costeras del Océano Pacífico, donde se sumerge y lava la imagen de Cristo en la cruz.

 

En la procesión participan discapacitados, personas enfermas, creyentes y curiosos, en un desfile encabezado por curas, monaguillos y personas disfrazadas de soldados romanos para recordar las sagradas escrituras.

 

En la Semana Mayor, la catedral de Quito, situada en el centro histórico de la capital, es el escenario del "Arrastre de caudas", una tradicional ceremonia litúrgica que se celebra el Miércoles Santo.

 

El rito tiene sus orígenes en celebraciones funerarias militares de la antigua Roma y rinde homenaje a Jesucristo como "el general muerto".

 

Las caudas son unas capas largas y negras, de hasta cinco metros de largo, que cuelgan desde el cuello y son arrastradas por la iglesia por clérigos escogidos para la ceremonia.

 

El rito, llamado también "Reseña", tiene que ver con la "revista que se hace de la tropa" o ejército del "Rey eterno", es decir, Jesucristo.

 

Otro de los alicientes de la Semana Santa es el turismo, pues al ser el viernes día festivo, miles de personas dejan su rutina para ir, principalmente, a zonas costeras en coincidencia con el fin de semana.

 

En esta época, con diferentes variantes en los ingredientes dependiendo de la localidad, también se degusta la fanesca, un cocido elaborado con doce variedades de granos, leche, queso y bacalao seco.

 

La fanesca condimenta el sincretismo religioso del país, pone fin a la abstinencia cuaresmal y da la bienvenida a las cosechas andinas que aportan los doce granos en la elaboración del tradicional potaje.

 

Es el plato estrella de la época, en el que se combinan, entre otros, maíz, habas, porotos, arvejas, altramuces, zapallo y sambo (dos especies de calabaza), además de leche, queso, maní (cacahuetes), huevos, bacalao seco y masitas fritas.

 

Su elaboración es, además, una buena razón para unir a las familias, muchas de las cuales, con días de anticipación, se dedican a pelar los granos que componen la laboriosa fanesca.

 

El molo, una especie de puré espeso de patatas adornado con tomate y lechuga, y el dulce de higos con queso, platos comunes en otras temporadas del año, acompañan a la fanesca en Semana Santa, una época que en Ecuador se entrelazan fe, recogimiento, degustación y turismo.

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