La Inteligencia Artificial recrea cómo se veía Quito en los siglos XIX y XX
La Inteligencia Artificial permite revivir los momentos de antaño que pioneros de la imagen plasmaron en fotografías.
El peso de la historia caía sobre los hombros de Quito Colonial, esa de techos de teja roja, moldeada con la arcilla del Pichincha, de estrechas calles empedradas que serpentean entre casonas de adobe. Hasta el siglo XIX la ciudad fue moldeada por sus montañas.
Desde El Panecillo por el sur, el Pichincha y el Itchimbía a sus flancos y hacia el norte, la tímida urbe apenas pasaba de lo que hoy es el parque de El Ejido.
En la Plaza Grande, el corazón palpitante de la urbe, se cruzaban presidentes, poetas, clérigos, revolucionarios y la gente común. Con la Catedral, Carondelet y la Casa Municipal como testigos.
Las herraduras de los caballos que tiraban de las carretas marcó el paso de la ciudad. La Plaza de San Francisco, la más grande, era el escenario de las ocasiones religiosas y sociales. Pero también del bullicio comercial. En su pileta los aguateros llenaban los pondos que, a cuestas, movilizaban de casa en casa distribuyendo el líquido.
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Quito en el siglo XX
Llegado el siglo XX el rumor de la modernidad comenzó a colarse por sus esquinas. El tranvía eléctrico, desde 1899, con su zumbido por la calle Guayaquil, trajo consigo el vértigo del cambio y 9 años después, el Ferrocarril —ese monstruo de hierro y vapor— rompió el aislamiento andino conectando a Quito con Guayaquil y abriendo las puertas del comercio, la cultura y el progreso.
Esos años vieron a Quito expandirse como un árbol en busca el sol. Nuevos barrios brotaron al norte, con casas de estilo republicano y jardines que olían a jazmín.
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Los quiteños disfrutaban del esparcimiento en modernos parques, las callecitas empedradas empezaron a convertirse en avenidas que desplazaron a los carruajes por los novedosos automóviles.
Con la modernidad los quiteños pronto expandieron sus horizontes y la colonial villa se convirtió en una ciudad que atrajo a miles que se afincaron en cada rincón y enloquecieron a la Quito, Luz de América.
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