20 jul 2015 , 07:49

El pito del carro: una alabanza a la intolerancia

El pito de los carros se volvió al conductor lo que un grito es a las personas.

Si fuera ingeniera o trabajara en la industria automotriz, propondría una nueva forma de paz desde los carros: le pondría límite a los pitos. Igual que sucede con los minutos prepago en el celular, pagas cierto número de llamadas y cuando te excediste, listo, ¡Se acabó la fiesta!, y así, cada vez que pitas vas gastando oportunidades de volver a usarlo.

 

 

 

El pito se volvió al conductor lo que un grito es a las personas. Si hiciéramos de cuenta que nosotros habláramos a través del carro, lo que estamos haciendo al pitar en la calle es gritar. ¡Así de sencillo!. Entonces, sales a la calle, con tu tranquilidad y tu ritmo, pero todos los gritos arman la algarabía. 

 

Parece que cada día nos volvemos más intolerantes, parece que perdemos la paciencia con poco, no dejamos un espacio para el respiro, para pensar al menos tres segundos antes de reaccionar. Es como si necesitáramos enfrentarnos día a día con el adversario, como si viviéramos en un ring de box, en donde lo único que no puede faltar son los guantes de pelea.

 

Y esta es la escena: estoy en el semáforo en rojo, soy el primer carro antes de cruzar al frente cuando cambie la luz. Pasa a verde el semáforo y, antes de que mi cerebro registre que cambió de rojo a verde ya mis oídos están aturdidos por los pitos de los carros de atrás que, sin darme el aire de 3 segundos para embragar, meter el cambio y acelerar, ya me están gritando. 

 

Tolerancia. Parece que esa palabra la hubieran eliminado del diccionario. Se nos olvidó que si tolero las diferencias del otro frente a las mías, el otro también tolerará mis diferencias. Parece que pensar en cada uno tiene una fuerza mayor que pensar en todos. Si toleráramos más los espacios del otro, los tiempos del otro, las posturas del otro, seguramente tendríamos una cultura del respeto más arraigada, sería algo natural.

 

Entonces, si no fuera periodista sino que tuviera un cargo con un nombre tan bonito como Gerente de Desarrollo de Nuevas ideas y Tecnologías en la industria automotriz – lo cual evidentemente no soy- mi idea sería la siguiente: 

 

Así como los carros necesitan cambio de aceite cada 5.000 km, cambio de batería cada 2 años, revisión de llantas y agua cada vez que sales de viaje, renovación de la matrícula, entre otras cosas que se me deben estar escapando, por mis escasos conocimientos de mecánica, el pito también debería tener vigencia, de esa forma, si te quedas sin número de pitadas sería tu responsabilidad y solo podrías comprar más pitos si pagaras por un accesorio o “servicio de pito” adicional. Suena fácil, ¿no?  Así aprenderíamos a  usar menos este recurso, a gritar menos en las calles a través de nuestros autos y generaríamos un nuevo hábito, el de la tolerancia.

 

Tolerancia, es todo lo que necesitamos. Si pusiéramos ese ingrediente en cada una de nuestras recetas de acciones diarias todo sería tan más llevadero. 

 

 

En pequeñas acciones podemos ser tolerantes. Cuando hablamos a nuestros colegas de trabajo aún cuando estamos en desacuerdo, cuando tenemos una discusión en casa, aún cuando sabemos que el otro no tiene totalmente la razón, cuando el cajero del supermercado se demora cobrando, aún cuando estás apurado. 

 

 

Hagamos el esfuerzo, luego, con el tiempo, ser tolerante no costará nada. Y entonces, volviendo a las calles, ¿te animas a usar menos el pito de tu carro y más la tolerancia?

 

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