16 may 2025 , 13:05

La reserva ecológica Tamandúa, en Pastaza, conserva un bosque primario que resiste al paso del tiempo

Son 120 hectáreas de selva húmeda y densa, donde el clima cambia en minutos. En esta área se han identificado plantas medicinales que aún están en estudio.

   

La reserva ecológica Tamandúa está en uno de los puntos más altos de la cordillera oriental. Exactamente, al este del cantón Santa Clara, en la provincia de Pastaza, desde donde se divisa la llanura del valle del río Anzu y la imponente cordillera de los Andes.

Aquí el clima es cálido y húmedo. Se puede recorrer desde la comunidad de Boayaku por un sendero que se interna bajo copas de matapalos que filtran la luz solar y dan paso a un ambiente húmedo y sombrío. A medida que se avanza, la temperatura desciende hasta 17 grados.

El viento, apenas perceptible, mueve las hojas en clara advertencia de lo que viene.

La lluvia tenue se mezcla con el crujido de hojas secas al marchar rodeados de helechos gigantes y guarumos, refugio del tucán de collar dorado. Su cuello amarillo intenso le da nombre. Mide unos 35 centímetros y se alimenta de semillas de colca e insectos.

Es territorial, pero a pesar de esto comparte su hábitat con más de 300 especies de aves como el periquito de cola marrón, el colibrí frente azul y la coqueta.

A medio kilómetro está la laguna de unos 100 metros cuadrados, sobre la que cae el sol de forma directa, elevando la temperatura a 27 grados, tiene 100 metros de largo y 20 de ancho.

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Las tortugas charapas aprovechan el calor sobre los troncos para regular su temperatura. Son esquivas y cualquier movimiento las lleva a lanzarse al agua. Ese reflejo las protege de depredadores como el lagarto de anteojos, que también habita en estas aguas. Al igual que la rana arbórea, el sapo atelopus y al menos 60 especies de reptiles y anfibios.

La reserva mantiene un trabajo conjunto con el Centro de Rescate de Fauna Silvestre Yanacocha, en Puyo. Animales rehabilitados han sido liberados aquí, así lo cuenta Claudia Álvarez, de la reserva ecológica Tamandúa:

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“Con su misión de ser una reserva ecológica, donde podamos reinsertar a esas especies que han pasado por un proceso de rehabilitación y necesitan regresar a su hábitat, no se queden en el parque, sino que vuelvan a su hábitat, Tamandúa en temas de conservación, actualmente hemos liberado alrededor de unas 500 especies, trabajamos desde el 2012, cuando empezamos con la compra de las tierras. Tamandúa tiene el nombre de una de las primeras especies que hicimos el registro fotográfico a través de cámaras trampa. Tamandua, un oso hormiguero que fue uno de los primeros liberados en la zona. Por eso esta reserva lleva su nombre”.

Tras cruzar la laguna, el cielo cambia. Las bromelias se humedecen y, tras media hora de intensa precipitación, la evaporación convierte al bosque en un manto de neblina que se mueve entre las copas de los árboles. Todo se difumina.

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Hacia el noroeste aparecen tres riachuelos. De estas fuentes se abastecen mamíferos como el puma, que caza sainos y cuchuchos. Como ha quedado consignado en las cámaras trampa.

Aquí el 90 % de 120 hectáreas permanece como bosque primario.

El sendero cambia en las laderas. Se vuelve inclinado y atraviesa bosques dominados por pambiles: palmas de hasta 70 metros con troncos delgados y raíces que sobresalen más de un metro del suelo.

A su alrededor crecen guaduas gigantes, cedros, copales y chunchos.

En esta área se han identificado especies vegetales de uso ancestral como la ortiga, la punta de lanza o la mixta, aun en estudio por sus posibles propiedades medicinales.

Jorge Alvarado, guía de reserva Tamandúa, dijo:

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“Esta planta se llama sicta, la utilizamos mezclado con tabaco y nos tomábamos por la nariz, nos ayudaba, nos salvaba muchas vidas”.

Tras cuatro horas de caminata, al final del sendero, la bruma se hace más densa. Una ráfaga de viento dispersa pequeñas gotas de agua en todas direcciones. No es lluvia.

Es la caída de 83 metros de la cascada Pusculín que se estrella contra las rocas y se desintegra. Laureles, canelos y musgos tapizan los bordes atestados de hormigas arrieras con fragmentos de hojas a cuestas.

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El chorro desemboca en el río Pusculín que recorre un kilómetro por la reserva hasta unirse al río Anzu y luego al Napo.

Desde 2012, la reserva Tamandúa protege uno de los últimos fragmentos de selva primaria en Pastaza. Nació con el propósito de preservar un territorio aún intacto y ofrecer una segunda oportunidad a especies rescatadas.

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