Quebradas, cascadas y senderos encantan a los visitantes de la Reserva Chamana, en Tungurahua
La reserva Chamana es un puente natural hacia el Parque Nacional Sangay y un paso estratégico para las especies silvestres que dependen de bosques continuos para sobrevivir.
A 2 550 metros de altitud, la cima de la reserva Chamana se abre como un balcón sobre la Cordillera de los Andes. El viento sopla con ráfagas que rozan los 37 kilómetros por hora.
Las nubes veloces se arrastran entre las montañas y, a ratos, el cielo se despeja y un cóndor planea en silencio.
Su pico revela un paisaje de árboles altos y firmes: cipreses y robles que se aferran a las colinas. Bajo su sombra crecen helechos gigantes y musgos que tapizan el suelo húmedo de este bosque andino en la parroquia Ulba del cantón Baños, en Tungurahua.
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Debajo, la reserva se extiende como una alfombra verde salpicada de neblina y que cambia de rostro: los troncos de guayabas y magnolias están cubiertos por líquenes y bromelias.
En el suelo, las cabuyas y achupallas se entrelazan con flores silvestres: sobralias, caléndulas amarillas y una rareza apenas visible: la lepanthes elytrifera, una orquídea milimétrica y única en el mundo, descubierta por la Fundación Ecominga.
Una fuente de agua natural
El termómetro aquí oscila entre los 12 y 22 grados durante todo el año. Hasta aquí solo se llega a pie, por un chaquiñán empinado que atraviesa la reserva de 140 hectáreas.
Es un camino ancestral que sigue el curso de la quebrada Chamana, un afluente que nace en los páramos del Parque Nacional Sangay y desciende en forma de cascadas.
El sonido del agua acompaña cada paso y se vuelve brújula. A lo largo de sus 15 kilómetros, la quebrada esculpe el paisaje, forma charcos donde se ocultan anfibios endémicos como el cutín de musgo y el cutín de Pastaza, adaptados a la humedad constante.
En ciertos tramos, el sendero se afila y los guías recomiendan no mirar hacia abajo. La quebrada se vuelve precipicio y el viento desequilibra.
"En los páramos de Minsas se une, en la parte baja, con el río Ulba, que está como proyecto de captación que dota de agua para toda la población de Baños. El hecho de la no intervención humana permite que el agua esté bajando, limpia, pura, sin contaminantes y puede ser aprovechada por las poblaciones", explicó Samantha Barrera, coordinadora de monitoreo de Fundación Ecominga.
En una de las curvas, suena un estruendo: son Las Gemelas, una caída que parece partir la montaña en dos. Los comuneros le dieron ese nombre por la forma en que emergen dos vertientes al mismo tiempo.
Un puente natural hacia el Parque Nacional Sangay
Desde la rama más alta de un aliso, se escucha el quien-quien de la urraca verde. Su canto corto y repetido confirma que aquí la presencia humana es mínima.
En el suelo, una escurridiza lagartija palo se camufla para evitar ser vista por su depredador: la serpiente hebra de baile. En ese camino, justo cuando el agua parece rugir con más fuerza, aparece la cascada más vistosa. Tiene 42 metros y es la más alta de la reserva.
Bajo la sombra espesa del bosque, las pisadas se vuelven suaves. Allí se mueve la danta andina, un mamífero que puede medir dos metros de largo y pesar 250 kilos. Se desplaza a diario hasta por 15 kilómetros, por eso conservar este bosque es también proteger su camino.
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Comuneros de Ulba en conjunto con la fundación Oscar Efrén Reyes y Jardines de Chamana se encargan de su conservacion, enfocados en evitar la caza y la contaminación de vertientes.
La reserva Chamana es un puente natural hacia el Parque Nacional Sangay, un paso estratégico para las especies silvestres que dependen de bosques continuos para sobrevivir.
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