Se cumplen 100 años de las plumillas de José María Roura Oxandaberro, quien plasmó los barrios del Guayaquil antiguo
Con sus pinceles, lápices y plumas, han captado sus paisajes y arquitectura en el tiempo.
El ajetreo, el bullicio urbano, el comercio acelerado y el calor intenso son un sello de Guayaquil que ha perdurado en el tiempo, pero su paisaje ha cambiado.
La memoria es frágil, pero la ciudad ha sido musa de artistas que plasmaron en sus lienzos el Guayaquil de madera, de arquitectura colonial y del río Guayas activo, para no olvidarlo nunca.
Así ocurrió hace exactamente un siglo, con las plumillas de José María Roura Oxandaberro, artista español que recorrió, pintó y dibujó a Guayaquil. Lo que él trazó con su pluma, hoy permite conocer cómo eran los callejones, casas, cerros, y el comercio del puerto principal en 1925.
Una zona captó la atención de Roura, lo que hoy es la Bahía, en el centro, con miles de comerciantes, era conocido entonces como el Barrio Villamil. Delia María Torres, Archivo Histórico del Guayas, dice:
“Las casas que había en ese sector se habían salvado de ese incendio de 1896 que dejo reducida a cenizas a Guayaquil, y causaban admiración a personas que la veían porque eran casas tipo señoriales, con muchas ventanas de sachas o columnas muy gruesas, entonces eso para él era muy pintoresco y por eso su plumilla se las va a dedicar a estas casas”.
Hoy Villamil es uno de los principales callejones internos de la Bahía con módulos metálicos e importadoras, muy distinto a lo dibujado 100 años atrás: una calle empedrada, construcciones en madera, balcones extensos y grandes pilares.
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Aquí se asentaba la casa de las 100 ventanas, donde pasó sus últimos días José de Villamil, prócer de la Independencia, y en la calzada, se aprecian los rieles del tren. Hoy, el edificio Cucalón ocupa esa zona, uno de los ingresos a la Bahía, frente al Malecón 2000.
A esta plumilla, Roura la denominó “Callejón Gutiérrez”, muestra los altos portales donde la gente se cubría del intenso sol, ventanales y distintos oficios. Así luce ahora, el nombre perdura y un gran cartel metálico lo anuncia, otro de los pasajes de la Bahía.
A pocos metros está el pasaje Calderón, donde se asentaba la Casa de las Columnas.
El Palacio de Cristal, era el mercado sur y la zona en la que actualmente está el edificio que ocupó por décadas el club de la unión, era conocido entonces como “El Conchero”. Ahí, a orillas del río Guayas, llegaba la pesca del día:
“Se sacaba las conchas, su alimento y las conchas quedaban regadas en el sector".
La obra de Roura muestra también su recorrido creativo, en varias de sus plumillas se observa esta torre en distintos ángulos. Era la iglesia San Alejo que destacaba en lo alto, santuario que hoy sigue ahí, con otro tipo de construcción.
Al igual que el callejón Luzárraga, que aparece otra de sus plumillas.
El comercio intenso en el río Guayas también se plasmó en los trazos de Roura, le atrajeron los astilleros de la urbe y cómo habitaban los guayaquileños en las faldas de los cerros.
“Es importante el trabajo que realiza Roura Oxandaberro porque gracias a él, a ese trabajo nosotros hoy en día tenemos ese registro, esa memoria del pasado, de como eran las casas señoriales de ese Guayaquil distante”.
La obra de Roura Oxandaberro, que incluyen dibujos de Quito y Galápagos, fueron heredadas por sus descendientes, algunas las tienen coleccionistas privados y museos. El Archivo Histórico del Guayas tiene 20 réplicas que hoy documentan el pasado de la ciudad.
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