24 jul 2025 , 08:58

Las antiguas bastoneras del Colegio Guayaquil reviven su pasión cuarenta años después

Ex integrantes de la banda de guerra del Colegio Guayaquil reviven su época dorada con orgullo, recordando el civismo, la disciplina y la pasión que las formó.

   

Han pasado décadas, pero el cuerpo no olvida. Estas cuatro mujeres fueron parte de la antigua banda de guerra del Colegio Guayaquil, una de las instituciones educativas más emblemáticas de la ciudad. Hoy son madres, incluso abuelas, pero aunque han pasado más de 40 años desde aquellos desfiles, aún conservan la destreza, el porte y la pasión.

Guideth Mejía era quien daba la primera nota, esta profesora de matemáticas de 56 años heredó de su abuelo el amor por la trompeta. Ahora también coordina la banda de paz de otro colegio emblemático de Guayaquil, pero aún guarda, como un tesoro, el instrumento que la acompañó en su juventud.

“Estas cornetas son lo mejor que tengo, porque son la herencia de mi abuelo y son de las cortinas antiguas, ya que estas cornetas son las que se utilizaban para las músicas marciales”, dice Guideth.

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Cuando el sonido guiaba, el espectáculo lo llevaba el bastón que volaba por los aires. Yesenia Luna, también de 56 años, fue bastonera y coreógrafa de sus propias rutinas. Hoy estudia Derecho, pero su cuerpo aún recuerda cada giro, cada salto, cada reverencia.

“Fueron unos años muy lindos, teníamos la bailarina, que era un paso muy elegante. Hacíamos la venia ante las autoridades y, bueno, luego yo también inventé mis pasos”, cuenta Yesenia.

Algunas soñaban desde niñas con formar parte de la banda de guerra y representar a su colegio en las calles. Otras se enamoraron de la experiencia de golpe y ya no quisieron alejarse de los desfiles.

Okrana Villacrés, por ejemplo, era atleta hasta que descubrió el bastón. Hoy es ingeniera y empresaria, pero no olvida que desfilar también era una forma de defenderse.

“La falda era cortita y no faltaba un atrevido. Una vez, cerrando el bloque, vi a uno y lo golpeé con el bastón. No fue culpa, el bastón no se cayó, el señor se cayó”, relata Okrana.

Bastoneras del colegio de Guayaquil
Bastoneras del colegio de Guayaquil ( )

Cuando todas marchaban al mismo paso, era porque alguien marcaba el compás desde el fondo con el tambor. Se trataba de Margarita Arce Leyton, de 42 años, quien sentía en sus manos el poder de imponer el ritmo que el resto seguía.

“Para tocar el tambor hay que tener coordinación, memoria, y sobre todo aprender rápido. En nuestros tiempos eran marchas marciales netamente, muy lentas, que acompañaban el movimiento de las bastoneras”, recuerda.

Para ellas, los desfiles eran sinónimo de civismo, honor y disciplina. Hoy dicen que hasta las melodías hayan cambiado.

“Antes todo era con marchas. Ahora ya ponen música moderna, más folclórica. Las muchachas más bailan, hay más baile que paso cívico”, dice Okrana.

Y aunque el tiempo ha pasado, les gustaría volver a desfilar, no solo por nostalgia, sino para rendir homenaje a la ciudad. Creen firmemente que este símbolo de identidad y orgullo no debe desaparecer.

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