19 jul 2013 , 11:46

"El Viejo Napo" le canta a Guayaquil mientras recorre sus cerros

   

Es uno de los símbolos vivientes de la música urbana de la ciudad.

Es uno de los símbolos vivientes de la música urbana de la ciudad. Nació detrás de la iglesia de San Vicente, en el cerro del Carmen, vivió en Las Peñas, y ahora en el "Callejón de las Ánimas", en el cerro Santa Ana, Por eso es que Héctor Napolitano dice que todos los días baja del cielo. 

 

Desde ahí, desde los cerros, recuerda el Guayaquil de antaño, de cuando era un niño que caminaba sin zapatos y podía ver el río Guayas. Entonces, el Santa Ana, un espacio intervenido por entidades patrimoniales y municipales, tenía construcciones pequeñas de madera. Ahora es diferente. El cemento y el asfalto han cambiado no solo su fachada. Pese a ello, "El Viejo Napo", como también se lo conoce a este cantante, cuenta que no hay manos que cambien la esencia de este lugar. En el cerro todavía se conservan los juegos lúdicos, como el pepo, el palo encebado, el puñete. 

 

Uno de los cambios físicos del Santa Ana, además de su infraestructura, es el olor que se respira. Cincuenta años atrás, recuerda, esta era una ciudad que olía a nueva. "Los incendios aquí en el cerro eran de diez minutos, o sea, se acababa el cerro. Entonces se volvía a reconstruir... Siempre el olor a caña nueva".

 

Sobre la Numa Pompilio, la única calle que recorre Las Peñas, el barrio más viejo de Guayaquil, dice que el espíritu no cambió. Se mantiene. "Se respira no bohemia en sí, más que dos o tres bares. Se respira un ambiente intelectual. Mientras exista el cerro, mientras exista esta matriz, Guayaquil va a tener un espejo en donde verse". 

 

En este barrio perviven las costumbres de la Guayaquil primera, espacio de artistas que le dieron todo a una ciudad de extremos hasta en sus gustos. Guayaquil es eso, bolerista, sonero y pasillero. 

 

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