22 may 2024 , 21:37

El horno de leña se ha convertido en un símbolo ancestral y cultural en la cocina manabita

El toque especial de los platillos lo otorga este tipo de horno que se ha convertido en Patrimonio Inmaterial del Ecuador.

En la campiña manabita, un tesoro ancestral custodia los secretos de la sazón criolla: el horno de leña. Icono de la gastronomía con el que se puede hervir, asar, ahumar, saltear y cocer tradicionales recetas.

Su historia se remonta a al menos siete siglos, según el Instituto de Patrimonio Cultural del Ecuador.

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En la provincia de Manabí, se han descubierto vestigios arqueológicos que revelan su evolución desde que las tribus aborígenes utilizaron hornos rudimentarios cavados en la tierra, hasta que tomó la forma de una estructura más elaborada, formada por una mesa con ollas de barro incrustadas, que le dan el sabor único a una variedad de platos como el viche: un caldo de verduras combinado con pasta de maní, granos, pescado y mariscos.

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Y es precisamente en la comunidad Vargas Torres, del cantón Tosagua, centro norte de Manabí, donde este utensilio logra capturar una profunda significancia para sus más de 300 habitantes.

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“El mejor sabor es la comida hecha en el horno de leña”, dice Gloria Moreira, habitante de Tosagua.

La revalorización del fogón, como lo conocen en esta zona, es impulsada por la Asociación Tomaní, de la que forma parte la chef Fanny Vergara.

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Ella, junto a otras 179 mujeres empezaron en el 2021 una iniciativa para introducirlo en las cocinas del país. Hace un año lograron que se lo reconociera como Patrimonio Inmaterial del Ecuador y ahora tienen en la mira una meta internacional.

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“Proyectar la cocina ecuatoriana a través de una salvaguardia en la Unesco para que la cocina ecuatoriana a través del horno de leña y la gastronomía manabita sea reconocida como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad”, expresa Fanny Vergara, activista cultural.

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La comunidad Sosote, del cantón Rocafuerte, también tiene una fuerte conexión con el horno de leña.

Desde hace cuatro años, se ha convertido en el producto estrella de al menos una docena de puestos de artesanías al filo de la carretera principal, donde se observa una hilera de fogones de varios tamaños.

Los hay pequeños, de 60 centímetros, así como de un metro y con mesones de hasta 180 centímetros. Su incesante compra evidencia su repercusión en los hogares.

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“Realmente las personas vienen por eso mismo, por rescatar lo que se ha perdido y porque les recuerda lo que tuvo la abuelita o la crianza que tuvieron ya que normalmente las cocinas de antes tenían un fogón”, menciona Leticia Cruzatti, artesana de Rocafuerte.

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El horno de leña es parte de la identidad cultural Chola y Montubia manabita. Más que una herramienta culinaria, es un activador de la memoria que evoca los orígenes.

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